La familia: ¿amiga o enemiga?
La familia es uno de los temas
que divide a liberales de conservadores. En general, los conservadores tienden
a ver a las asociaciones privadas - la familia, la iglesia, la corporación -
como baluartes de libertad contra el estado. Pocos conservadores cuestionan la
necesidad de un aparato estatal poderoso, pero insisten en que éste opere en
servicio de las asociaciones privadas y no las suplante. Los liberales, por el
contrario, es más probable que observen a estas asociaciones privadas -
familia, iglesia, corporación - como amenazas a la autonomía, también ven a la
intervención estatal como un garante de libertad contra las tendencias
opresivas de las asociaciones privadas. Pocos liberales buscan abolir tales
asociaciones, pero sí las quieren subordinar al estado - de la misma forma que
los conservadores quieren subordinar al estado a las asociaciones privadas.
Esta disputa, como muchas entre
la derecha y la izquierda, es una que los libertarios deben observar desde afuera. Los libertarios concuerdan con los conservadores en que el estado es la
mayor amenaza a la libertad, y que las asociaciones privadas deben ser
protegidas de la interferencia del gobierno. Pero los libertarios también son
sensibles al potencial de opresión en las asociaciones privadas, especialmente
cuando estas asociaciones son beneficiarias del favoritismo del gobierno. El
enfoque conservador de poner el estado al servicio de la familia, la iglesia y
la corporación simplemente entrega las riendas del poder a estas instituciones,
que con este poder no puede gozar de más confianza de la que se le da a la
burocracia del gobierno.
Los conservadores ven a la
familia como la unidad fundamental de la sociedad. Pero para los libertarios,
la unidad fundamental es el individuo. De aquí que los libertarios han sido
ambivalentes tradicionalmente con respecto a la familia (así como respecto a sus
parientes cercanos, la iglesia y la corporación). La familia, como un lugar de
influencia y lealtad separada del estado, es ciertamente algo que los oponentes
del poder centralizado están ansiosos por defender. Pero por otro lado, los
libertarios están profundamente conscientes de que la familia no siempre ha
sido una esfera de libertad individual, particularmente para las mujeres y los
niños. ¿De qué manera, entonces, deberían los libertarios pensar respecto a la
familia?
El origen de la familia
En términos biológicos, la
familia se origina en la necesidad de criar a la descendencia. Los animales
inferiores a veces no tienen familias, porque no las necesitan; vienen al mundo
con un repertorio de comportamiento para la supervivencia de un adulto completo
genéticamente programado dentro de ellos. En muchos insectos y especies de
pescados, el padre o está muerto o largamente ausente para el momento en que el
nuevo organismo eclosiona. Pero la proporción de instinto de aprendizaje es
mayor en especies más inteligentes y flexibles, y por ello esas especies necesitan
un período de niñez más largo. En tales especies, uno o los dos padres se
quedan con el joven hasta que este período de aprendizaje vulnerable haya
pasado. Esta es la forma más primitiva de familia.
Esta primera familia es a veces
efímera. En muchas especies animales, la unidad familiar se disuelve tan pronto
como los jóvenes han crecido completamente; de allí en adelante, la
descendencia y las antiguas parejas son tratadas más o menos de la misma forma
que cualquier otro miembro de su especie.
Pero el proceso evolucionario
está lleno de recursos. Una característica que emerge inicialmente para cubrir
una necesidad, puede entonces ser presionada para cubrir otra. Existen ventajas
evolutivas para mantener una relación cooperativa entre miembros de la familia
más allá del punto necesario para asegurar la continuidad de la especie. Y con
los animales superiores, no solamente la evolución biológica sino la evolución
cultural puede aparecer en el juego (por ejemplo, un gato criado para considerar
a los ratones como compañeros de juegos en vez de presas puede a su vez criar a
una generación entera de gatos pacifistas).
Entre los humanos, la familia aún
sirve a la función original de la crianza de niños, pero adquirió un robusto
rango de nuevas funciones además, sirviendo tanto a las necesidades económicas
como emocionales de sus miembros. La familia creció más allá de su base
biológica original, incrementando así dramáticamente el número de estructuras
familiares posibles.
Un paralelo puede hacerse con el
lenguaje. Presumiblemente, el lenguaje evolucionó primero para transmitir
información vital para la supervivencia, tal como "Hay un tigre dientes de
sable detrás de aquellos afloramientos rocosos" o "No comas estos, son los
hongos que me enfermaron anteriormente". Y el lenguaje aún sirve a esa
función. Pero el lenguaje actual también sirve a un extenso rango de
necesidades espirituales cuya relación con la supervivencia física es tenue en
el mejor de los casos. Condenar (como muchos conservadores hacen) las
relaciones familiares que no están planteadas para el propósito de la crianza
de niños es como condenar al Hamlet de Shakespeare por no decirnos dónde está
el tigre dientes de sable.
En su libro The Psychology of Romantic Love, el sicólogo libertario Nathaniel
Branden rastrea la institución del matrimonio desde los tiempos primitivos
hasta el presente. En tiempos antiguos, remarca, se esperaba que el matrimonio
se base en consideraciones económicas y sociales, no en el amor; el fenómeno
del amor romántico era considerado una obsesión antisocial, una locura
desafortunada en la que la gente cae a veces. En la Edad Media el matrimonio
por amor permaneció socialmente impracticable por mucho tiempo, pero la
literatura de la época (en oposición a la doctrina de la iglesia) empezó a
celebrar el amor romántico como una de las mayores experiencias humanas, y a
representar al matrimonio que no se basaba en el amor como una institución
opresiva. Pero los romanceros medievales no eran revolucionarios sociales; más
que concebir un cambio fundamental en la naturaleza del matrimonio,
generalmente retrataban al amor romántico como glorioso pero adúltero y
condenado trágicamente. Fue en la ascensión del capitalismo industrial, dice
Branden, que por primera vez se dio a la mujer la suficiente independencia
económica para posponer el matrimonio, y esta mayor igualdad, dice, junto con
la ética capitalista del individualismo, es lo que llevó a la expectativa, en la
sociedad de hoy día, de que el matrimonio se centrara ordinariamente en el lazo
romántico por sobre todo lo demás. En la medida en que este cambio sea algo
bueno, como creo que es, los seres humanos han logrado hacer del vínculo de
emparejamiento sexual algo superior a lo que la naturaleza proveyó
originalmente.
Desafortunadamente, las
habilidades humanas intelectuales y sociales que nos permiten mejorar respecto
a la naturaleza, también nos permiten hacer las cosas peor que la naturaleza.
Históricamente, las familias humanas han sido instituciones opresivas y
explotadoras, de una forma en que las familias animales no parecen ser. El más
puro ejemplo de esto es la familia romana, en la que la cabeza masculina de la
casa (el pater familias) tenía la
atribución legal de matar a su mujer y a sus hijos (incluso ya crecidos). Este
aspecto de las relaciones familiares se llama patriarcado ("el gobierno del padre"), significando la
subordinación de las esposas a los maridos y de los hijos a los padres.
Aquellos que defienden al patriarcado como "natural" a veces señalan
al reino animal como modelo; pero tradicionalmente, la autoridad paterna y la
inequidad sexual han sido mucho más pronunciados en sociedades humanas que
en la mayoría de las sociedades
animales. Los recientes acontecimientos políticos - surgidos en parte del
impulso de los libertarios de subordinar la autoridad patriarcal a los derechos
individuales, y en parte del impulso liberal de bienestar de subordinar la
autoridad patriarcal a la del estado - han debilitado la institución del
patriarcado, pero no la eliminaron completamente. En su valioso libro Justice, Gender, and the Family, Susan
Okin señala algunas de las formas en las que la sociedad contemporánea todavía
refuerza sistemáticamente las estructuras familiares patriarcales. [1] ¿Cómo
pueden desarrollarse las familias en una sociedad verdaderamente libre más allá
de este paradigma patriarcal?
Estructuras familiares voluntarias
Como se mencionó arriba, la dependencia humana
en el aprendizaje por sobre el instinto nos permite progresar más allá de las
limitaciones de nuestra programación genética, incrementando así el número de
estructuras familiares disponibles para nosotros. Las relaciones de parentezco
y uniones procreativas, si bien seguirán siendo una base importante de las
estructuras familiares, no son las únicas. A pesar de todo, la mayoría de las
sociedades humanas tienen leyes ordenando solamente cierta clase de estructura
familiar, prohibiendo las otras. Los conservadores argumentan que tales leyes
son necesarias para que la sociedad no colapse; ven a la monogamia heterosexual
como prerrequisito para una cultura sana, y así como institución merecería
protección legal. A pesar de todo, los conservadores también se ven a sí mismos
como defensores de la cultura tradicional occidental iniciada con los antiguos
judíos y griegos, dos grupos cuyo compromiso con la heterosexualidad (en el
caso de los griegos) y la monogamia (en el caso de los judíos) es difícilmente
notable; ¿sus culturas eran defectuosas?
Un sistema legal libertario no concede
protección especial a cierto tipos de familia, pero permitiría cualquier
arreglo que fuese consensuado y pacífico. La monogamia o la poligamia;
matrimonio heterosexual u homosexual; [2] familias extendidas, familias
nucleares o familias de padres solteros; [3] matrimonios grupales (sexuales o
no sexuales) - cualquiera de estas relaciones serían permitidas. Es un error
suponer que solamente existe un tipo de estructura familiar correcta para
todos; e incluso si la hubiera, sería un error pensar que podamos estar
justificablemente seguros que la hayamos
encontrado si no permitimos el proceso de descubrimiento de competición entre
estructuras familiares alternativas operar libremente.
Otra manera en que la sociedad
libertaria diferiría es en la mayor variedad de contratos matrimoniales de las
que las instituciones legales estarían con voluntad de reconocer y hacer
cumplir. (Digo "instituciones legales" en vez de "estado",
para dejar abierta la posibilidad de una sociedad anarquista). Habría algunos
límites aquí, sin embargo; he argumentado en artículos previos que los
contratos de servidumbre acordada no son legítimos en términos libertarios, y
el mismo razonamiento aplicaría a contratos que prohíban el divorcio. Muchos
estatistas (originalmente de derechas; pero ahora se les unen voces de
izquierdas) argumentan que las leyes de matrimonio deberían hacer que los
divorcios sean más difíciles de hacer, primeramente con el objeto de
"proteger a los niños". Mientras esto podía haber funcionado en los
días en que las normas sociales eran distintas, el resultado de tal legislación
si fuese implementada hoy sería, no de parejas infelices quedándose juntas,
sino parejas infelices separándose sin divorcio, y siguiendo sus vidas con
nuevos compañeros sin volver a casarse. De qué manera esto podría mejorar la
situación de los chicos es poco claro. (Los conservadores dicen que deberíamos
intentar fomentar los matrimonios estables "restaurando el estigma de
ilegitimidad". La noción de que esto podría beneficiar a los niños
afectados es aún más extraña). En cualquier caso, los padres como individuos
soberanos tienen el derecho de la libre asociación y separación, y forzarlos a
permanecer en una relación, con alguien a quien no aman más, es tiránico.
(También creo que la idea de que los padres deberían permanecer en un
matrimonio falso por el bien de los niños es inmoral, una especie de sacrilegio
contra el propio matrimonio - aunque por supuesto los padres tienen el derecho
de tomar tal decisión si así lo decidieran). Pero, dejando de lado los
contratos sin salida, las instituciones legales libertarias respetarían una mayor
variedad de contratos matrimoniales. Las parejas que se encontraran en disputas
no cubiertas por su contrato, o que no tienen contrato, podrían ser tratadas
por cortes como si hubiesen firmado cualquiera fuese el contrato "por
defecto" que existiera en la sociedad - aunque podrían siempre no optar
por cualquiera de las provisiones del contrato por defecto haciendo un contrato
explícito en favor de lo contrario.
Derechos de los niños
El ideal libertario es uno de
independencia. Sin embargo todos venimos al mundo como seres dependientes,
seres que deben obedecer a personas que, a cambio, deben proveernos cuidados.
Tal situación parece contraria a los valores libertarios, sin embargo es uno de
los hechos básicos de nuestra existencia; ¿cómo puede acomodarse el
libertarismo a la niñez? El derecho parental de tomar decisiones por sus hijos
es una excepción al principio libertario de que nadie debería tomar decisiones
por otra persona; el deber parental de proveer cuidados por sus hijos es una
excepción al principio libertario de que nadie debería ser requerido de proveer
asistencia a otra persona. ¿Qué justifica estas excepciones?
Una respuesta posible es que
estas excepciones son benéficas. Considere al niño que empieza a vagar entre el
tráfico, hasta que el padre cae en picada y pone nuevamente al niño bajo
seguridad. ¿No ha obligado el padre al niño, previniéndole de hacer lo que
quería hacer? Parece ser así. Pero si el padre no hubiese intervenido, el niño
podría haberse lastimado o muerto; así que está en el interés del niño el de
ser obligado a ello.
Sin duda que lo es; ¿pero puede ser
esto lo que justifica la autoridad
paterna? Después de todo, los libertarios generalmente rechazan la noción
paternalista de coercer a la gente para beneficiarlas, y argumentan en vez de
ello que la gente tiene el derecho de cometer sus propios errores. ¿Por qué no
aplica para los niños? Si permitimos a
los adultos inmiscuirse en comportamiento arriesgado como el bungee jumping, escalar montañas o practicar
el sexo sin protección, ¿por qué no permitir a los niños que efectúen
comportamientos arriesgados como caminar en el tráfico o tomar lavandina?
Algunos libertarios han concluido
que el argumento anti-paternalista de hecho sí aplica a los niños, y sostienen
que está mal restringir de cualquier manera a los niños siempre que no estén
lastimando a alguien más; tales libertarios sostienen que los niños deberían
tener derechos completos de firmar contratos o tener sexo con adultos. En
reacción a esto, otros libertarios han ido al extremo opuesto, sosteniendo que
los niños son propiedad de sus padres y que los padres pueden hacer con ellos
lo que quieran. La mayoría de los libertarios toman una posición intermedia,
considerando a los padres ni iguales ni dueños de sus hijos, sino más bien como
sus guardianes, autorizados a tomar
decisiones por ellos y obligados a proveerles bienestar. Tal vez esta sea la
posición más de sentido común; ¿pero constituye esto una desviación del
libertarismo estricto?
No lo creo. En mi visión, lo que
justifica el tratamiento paternalista de los niños no es simplemente que tales
tratamientos beneficien a los niños
(también podría beneficiar a los adultos tontos), sino más bien el que los
niños carecen de la capacidad de
tomar decisiones racionales acerca de sus vidas (mientras los adultos tontos pueden
tener esa capacidad aun cuando no la
usen mucho). Considere la analogía de un persona en coma, tomamos decisiones
médicas para esas personas sin su consentimiento, porque asumimos que habrían de consentir si pudiesen
hacerlo. Si una persona en coma dejó instrucciones de no usar ciertos tipos de
tratamientos, entonces la mayoría de los libertarios estarían de acuerdo que
deberíamos abstenernos de usarlas. Así que este no es un caso de cancelar en
forma paternalista la voluntad de alguien, sino de actuar como un agente para
alguien que actualmente está imposibilitado de ejercitar su voluntad. Podemos
también extender el análisis a casos donde la capacidad de toma de decisiones
racionales no está completamente bloqueada (como el caso de una persona
inconsciente), sino simplemente disminuida,
como con las personas que están drogadas, delirantes o mentalmente lesionadas. Sugiero
que los niños puedan ser considerados como ejemplos de capacidad disminuida;
los guardianes actúan como agentes para los niños, tratando a los niños como
ellos juzgan que los niños podrían consentir de ser tratados si sus facultades
estuviesen completamente desarrolladas. El estándar que justifica el
paternalismo no es el de aquello que le resulte beneficioso sino el consentimiento hipotético, los
dos son diferentes porque una persona con facultades totalmente desarrolladas
todavía pueden fallar en usarlas y toman así decisiones tontas.
Esto ayuda a explicar por qué los
derechos y responsabilidades de la tutela van juntas de la manera en que lo hacen.
Específicamente, la tutela es un fardo compuesto por un derecho (el derecho a tomar
decisiones acerca de lo que le sucede al niño) y una responsabilidad (el deber
de ocuparse del bienestar del niño). Éstos vienen como unidad, porque solamente cuando las decisiones que
tomamos son aquellas que el discapacitado consentiría si no fuera discapacitado
(hasta donde podamos determinar) que estamos justificados a actuar como un
agente y sustituir nuestros juicios por los de él.
El hecho de que la relación guardián-tutela
depende de la capacidad disminuida tiene una importante implicancia para los
derechos de los niños. La capacidad disminuida es una cuestión de graduaciones;
la capacidad de tomar decisiones racionales de un niño de 13 años no está tan disminuida como la de uno de 4, que por el
contrario no está tan disminuida como la de un recién nacido. Así que es poco
realista tener un límite de edad absoluto, debajo de la cual un niño está
completamente bajo la autoridad de su guardián (e incapaz de comprometerse en
cualquier transacción financiera vinculante, desde comprar una casa hasta un
paquete de chicles) y arriba de la cual es repentinamente un agente totalmente
responsable. Cuanto más viejo es un niño, más fuerte se vuelve la presunción de
que la voluntad expresa es un reflejo preciso de la voluntad que tendría si no
fuera discapacitado. Así, por ejemplo, el deseo de un adolescente de tener un
arito en la oreja debe considerarse con más peso que el deseo de un niño de
tener un arito en la oreja; y una capacidad racional que no es competente para
dar consentimiento informado en caso de comprar una casa puede ser bastante
competente para la tarea de comprar chicle. Estas suertes de áreas grises
podrían probablemente ser manejadas mejor por precedentes progresivos de
tribunales que ser definidos de forma fija por estatutos.
He dicho que el criterio de cómo
debería ser tratado un hijo no es aquel basado en lo que le reporte beneficios al niño, sino aquel que el
niño consentiría si sus facultades
racionales no fuesen limitadas - un
estándar que presumiblemente acompañaría con precisión justa al bienestar del
niño, pero que no coincidirá con él enteramente, especialmente cuando el niño
se hace grande. (Por ejemplo, podríamos pensar que el pequeño Nemo estaría
mejor como corredor de bolsa que como artista callejero, pero si toda la
evidencia sugiere que Nemo probablemente de manera abrumadora elija el arte
callejero como carrera de adulto, entonces no estamos justificados a forzarlo a
asistir a campamentos de corredores de bolsa, si existiera algo así). Pero por
supuesto, lo que el niño llegue a consentir probablemente en forma retroactiva,
de adulto, está por amplio alcance (aunque no completamente) determinado por decisiones hechas por
los padres en su tierna infancia. En otras palabras, si fuiste criado musulmán,
entonces probablemente mirarás hacia atrás y dirás "Soy feliz de haber
sido criado en el Islam"; pero si no fuiste criado como musulmán, entonces
probablemente estés feliz de no haberlo sido. En casos en que las preferencias
probables futuras del niño están siendo moldeadas por el tratamiento presente,
¿cómo entonces invertimos el análisis y usamos aquellas probables preferencias
futuras como un criterio para evaluar el tratamiento presente?
Este es un caso difícil: por un
lado, los libertarios generalmente son propensos a decir que el padre está en mejor
posición que cualquiera para decidir, por ejemplo, en qué religión debería
criarse a un niño, y este es un asunto en el que los que no representen los
intereses del niño no deberían interferir, incluso aunque creamos que ser
criados en una religión sea objetivamente mejor que ser criado en otra. Por el
otro lado, cuando se refiere a procedimientos abusivos como la mutilación
genital femenina (popularmente conocida con el eufemismo de "circuncisión
femenina", transmitiendo falsamente la impresión de ser comparable en
seriedad con la circuncisión masculina), generalmente pensamos que los padres
no tienen el derecho de hacer esto, incluso aunque las mujeres que han hecho el
procedimiento de jóvenes usualmente lo apoyan en retrospectiva cuando son
adultas, porque se les ha inculcado con las actitudes y valores culturales
relevantes. (Casos como la Iglesia de los Científicos Cristianos y Testigos de
Jehová que deniegan a sus hijos atención médica parecen venir al caso). [4] Ni
el criterio del beneficio ni el criterio del consentimiento hipotético da precisamente las respuestas que queremos en tales casos, lo cual
sugiere que podría necesitar hacer más intrincada mi teoría y de alguna forma
incorporar aspectos del criterio del beneficio en el estándar de consentimiento
hipotético, sin intención de hacerlo de manera a justificar algún
tipo de paternalismo hacia los adultos. No he logrado elucubrar completamente
cómo hacerlo, pero tal vez algo a lo largo de las siguientes líneas podría funcionar:
cuando consideramos las probables preferencias futuras del niño, esas
preferencias incluyen tanto una preferencia genérica
de ser beneficiado, y una (posiblemente errada) preferencia específica por un tratamiento particular
considerado como beneficioso. Dado que estas preferencias no son actuales, no
podemos tratar a una como más expresiva de la voluntad del niño que la otra (en
que una vez que el niño creció y actúa en base a la última preferencia, le da prioridad
sobre la anterior). Así que el guardián está obligado a balancear el deseo genérico de ser beneficiado (lo que requiere que
el guardián provea lo que es efectivamente beneficioso) con el deseo específico
por lo que sea que el niño considerará probablemente en el futuro, como aquello
que fuera beneficioso. Así que cuanto más dañino sea realmente un tratamiento
particular, tanto más pesa la defensa por la abstención de tal tratamiento
tiene versus el contrapeso de que el niño terminará apoyándolo cuando mayor.
¿Cómo se adquieren las tutelas?
Presumiblemente de la misma forma que otros derechos de propiedad: por
apropiación o transferencia. La forma más simple para apropiarse de una tutela sería
encontrar un niño abandonado y encargarse de proveerle de cuidados. Otra forma
de apropiar tutela es dar a luz al niño, la madre se inicia como guardián del
niño, una posición para la cual nadie más (ni siquiera el padre) es capaz de reclamar a menos que la madre lo acepte. (No creo que una madre embarazada
pueda conceder derechos de tutela por adelantado, por contrato, por la misma
razón que uno no puede vender su propia sangre antes de que haya sido extraída del cuerpo; uno no puede alienar
una posesión que aún está incorporado en uno mismo.) [5] Uno puede también
obtener una tutela por donación o comprarlo de alguien que renuncie a ella (por
ejemplo, adopción).
El hecho de que lo que se posee es la tutela sobre un niño, más que simplemente poseer al niño, pone restricciones en
cómo uno puede deshacerse de una tutela. Mientras uno la tenga, uno está obligado a ejecutarla de maneras
consistentes con el bienestar del niño, y así (dado que renunciar a la tutela
es en sí mismo un ejercicio de tutela) uno no puede renunciar a la tutela
arrojando al bebé en un contenedor de basura o vendiéndolo a alguien que sabes
que planea cocinarlo y comérselo. Por analogía, si rescatas a un paciente
comatoso de un incendio en un hospital, no puedes renunciar a tus deberes de tutela
arrojando a tu paciente a un río, sino que debes transportar al paciente a
otro hospital.
El status de las mujeres
Los libertarios tienen una
relación tensa con el feminismo. Muchos apoyan la distinción que hace Christina
Sommers entre el "feminismo liberal" y el "feminismo de
género". Las feministas liberales, dice Sommers, están preocupadas con la
igualdad legal, por ejemplo, con asegurar que hombres y mujeres tengan los
mismos derechos ante la ley, mientras las feministas de género van más allá y
afirman que la desigualdad sexual impregna cada aspecto de la sociedad, y que
una mera igualdad ante la ley es insuficiente para compensar este problema. La
distinción de Sommers, y su preferencia por el feminismo liberal sobre el
feminismo de género, es compartida por muchos en la comunidad libertaria.
La feminista libertaria Wendy
McElroy ofrece un análisis más sutil [6] en la introducción de su libro Freedom, Feminism, and the State. Allí
ella distingue no dos, sino tres tipos de feminismo. Primero el "feminismo
mainstream", que simplemente
busca incluir a las mujeres equitativamente con los hombres en cualquiera sea
el status quo legal existente. Si
existen hombres senadores, también debería haber senadoras; si los hombres
pueden ser obligados al servicio militar o a campos de trabajos forzados,
también las mujeres; y así. Esta posición está en contraste con lo que McElroy
llama "feminismo radical", que ve la igualdad sexual como un síntoma
de una desigualdad más profunda que impregna a la sociedad como un todo y es
inherente en el status quo (de forma
que la simple inclusión en el status quo
no lo mejorará). Existen, dice McElroy, dos tipos de feministas radicales: la
"feminista socialista" que ve a la desigualdad socioeconómica como culpable y el feminismo individualista (es
decir, libertario), que considera el problema como derivado de la desigualdad política (donde McElroy se refiere a la
"desigualdad política" como cualquier subordinación coercitiva de una
persona sobre la voluntad de otra - donde el estatismo es el caso paradigmático
de desigualdad política).
La distinción de McElroy es mejor
que la de Sommers, porque Sommers habría de englobar a las feministas mainstream e individualistas en el mismo
campo del feminismo liberal, ignorando las diferencias importantes entre ellas.
Pero incluso la distinción de McElroy, me parece, no va lo suficientemente
lejos. McElroy parece creer que es anti-libertario preocuparse sobre las
diferencias socioeconómicas entre hombres y mujeres, excepto en la medida que esas diferencias sean resultado de una
acción coercitiva del estado. Ahora, es verdad que las feministas libertarias
deberían evitar buscar soluciones
gubernamentales para esas desigualdades, pero eso no significa que ellas no
deberían considerar tales desigualdades como indeseables, y en necesidad de alguna suerte de solución (no
gubernamental). Con seguridad las llamadas "feministas de género"
están en lo correcto al señalar que las desigualdades sexuales indeseables
están extremadamente impregnadas en nuestra sociedad.
Como señala Susan Okin en el
libro que mencioné antes, la mayoría de las teorías políticas (y esto es con
certeza verdad en el libertarismo) tienden a asumir como propio un factor maduro
que surgió gracias al trabajo de otra persona, usualmente labor femenina. Las
condiciones de empleo en nuestra sociedad (horas de trabajo, estructura de licencias
y beneficios, etc.) también parecen estar diseñados con la asunción de que el
trabajador tiene una esposa en casa, incluso cuando el trabajador es mujer. Las
mujeres todavía hacen la mayoría de los trabajos domésticos no pagados, incluso
cuando trabajan, y tienden a poner las carreras de sus maridos por delante de las
de ellas; dando como resultado, si el matrimonio se quiebra, que sea el hombre, no la
mujer, quien está mejor preparado para prosperar en el mercado laboral. [7]
Okin argumenta que este hecho da al marido poder desproporcionado en la
relación, dado que tiene menos para perder cuando sale de ella. (Okin
también señala maneras en las que las leyes existentes sobre el matrimonio
exacerban esta situación; su capítulo "Vulnerabilidad por matrimonio"
es uno que jueces y legisladores libertarios bien podrían leer con provecho.)
Es más, Okin da énfasis en que la familia es la primera escuela de moralidad,
esto es, es el primer contexto en el cual la gente aprende acerca del
comportamiento interpersonal apropiado, y si la familia está caracterizada por
relaciones explotadoras unilaterales, no producirá la clase de ciudadanos en
los que se puede confiar para mantener una sociedad justa.
Yo creo que las preocupaciones de
Okin son importantes. Las propias soluciones de Okin, por supuesto, son
coercitivas y estatistas por naturaleza; pero necesitamos no renunciar su reporte
de los problemas simplemente porque dudamos tanto de la moralidad como de la
utilidad de sus soluciones.
Una sociedad libertaria no
resolvería automáticamente todos los problemas que menciona Okin; los sesgos
culturales pueden sobrevivir incluso sin apoyo gubernamental. Sin embargo, la
ausencia de tal soporte debilita la efectividad de aquellos sesgos, haciendo
así más fácil combatirlos a través de medios voluntarios, si solamente nos
encargáramos de hacerlo. En particular, la explosión de prosperidad que una
sociedad libertaria vería, transitaría por un largo camino hacia proveer a las
mujeres de una red de seguridad económica más efectiva que cualquier programa
de bienestar del gobierno. (Una posibilidad es que las mujeres pudiesen formar
redes de apoyo mutuo de un tipo que las regulaciones gubernamentales de hoy
harían imposible). Y he discutido en artículos previos por qué la competición
tendería a socavar el impacto del sesgo sexista en el mercado.
Quisiera cerrar hablando un poco
acerca del abuso conyugal, uno de los más feos remanentes del patriarcado en la
familia moderna. ¿Cómo debería manejar este problema un sistema legal libertario?
Hoy, nuestra fuerza policial predominantemente masculina (y a veces orientada a
lo bruto) es bien conocida por no ser particularmente útil en dirigirse a esta
cuestión. La canción "Detrás del muro" de Tracy Chapman (del álbum Tracy Chapman) expresa una queja
familiar:
Anoche escuché el grito
voces detrás de la pared
otra noche sin dormir para mí
no haré bien alguno llamando
la policía siempre llega tarde
si es que llegan a venir
y cuando vienen
dicen que no pueden interferir
con asuntos domésticos
entre un hombre y su esposa
y mientras salen por la puerta
las lágrimas brotan en sus ojos
anoche escuché el grito
y luego un silencio que congeló
mi alma
recé estar soñando
cuando ví a la ambulancia en la
calle
y el policía dijo
estoy aquí para mantener la paz
la multitud se dispersa
creo que todos podríamos dormir
un poco
¿Podría ser que el hecho de que
las fuerzas policiales corrientes disfrutan de un monopolio coercitivo en la
provisión de seguridad dentro de sus respectivos territorios no tuviera nada
que ver con esta situación? Imagine un escenario en el que diferentes tipos de
agencias policiales, especializándose en distintos tipos de problema, pudiesen
competir en el mercado abierto. Una agencia policial feminista (tal vez una red
de apoyo mutuo, tal vez un negocio de cuotas por servicio, tal vez una
organización sin fines de lucro que dependiera de contribuciones caritativas,
tal vez una combinación de las anteriores) habría, con más probabilidad, de ser
mucho más sensible y susceptible en asuntos de abuso conyugal de lo que son las
agencias policiales de hoy día. Un agresor podría pelear con tres feministas
armadas con Uzis apareciéndose frente a su puerta para investigar. (En esta
conexión, recuerde que el control de armas (que no habría de existir en una
nación libre) es una de las herramientas más efectivas del patriarcado, dado
que favorece a aquellos con mayor fuerza física; la posesión extendida de armas
y el entrenamiento socavan la vulnerabilidad femenina a la violencia
masculina compensando las diferencias de fuerza promedio entre hombres y
mujeres).
Un asunto relacionado es el de la
autodefensa contra el abuso conyugal. En un número de casos recientes, una
mujer mató o mutiló a su marido abusivo porque ella temía que el abuso
continúe, incluso aunque su marido no haya estado abusando de ella en el preciso
momento en que ella lo atacó. Nuestro sistema legal tiende a tratar a estas
mujeres como criminales, sobre la base de que la autodefensa violenta está
justificada solamente cuando la amenaza es inmediata
(excepto cuando es el gobierno el que está haciendo la defensa, en cuyo punto
los criterios para la violencia preventiva justificable parece volverse
extremadamente laxa). El argumento es que una mujer abusada debería huir del
hogar en lugar de quedarse y asaltar a su abusador. ¿Pero por qué ella debería
dejar su propio hogar, simplemente
porque es también el hogar del abusador? Incluso nuestro sistema legal
degradado generalmente reconoce que uno no tiene deber de retirarse de un
atacante cuando uno está en su propia casa. Si eres la víctima de un patrón
persistente de violaciones severas de derechos, un patrón del que tienes cada
una de las razones para esperar que continúe, y si las autoridades externas no
ofrecen protección confiable, me parece a mí que estás justificado a encargarte
de tu propia defensa, y de que una corte libertaria debería reconocerte esto.
Un sistema legal competitivo permitiría una mayor voz a las perspectivas de las
mujeres en decidir el tratamiento de tales casos del que es posible bajo
nuestro sistema político.
Más allá del patriarcado
Los conservadores están en lo
correcto: la familia es una institución de valor supremo e importancia, tanto
en su propio derecho y como un baluarte contra la invasión del estado. Los
liberales también tienen razón: la familia ha servido a veces como una esfera
de opresión y explotación, gracias a la tradición del patriarcado, en la que
las mujeres son injustamente subordinadas a los hombres, y los niños son
injustamente subordinados a los padres. La respuesta libertaria apropiada a
ambas preocupaciones es ver cómo, consistentemente con nuestros principios
anti-intervencionistas, podríamos fomentar una estructura familiar libre de la
influencia patriarcal.
En el caso de los padres e hijos,
esto significa reconocer que en la decisión de cómo tratar a sus hijos, los padres
deben intentar buscar no solamente el bienestar
del niño, sino también aquello que el niño probablemente (una vez que madure) prefiera, dado que una preferencia
expresa de un niño se vuelve una guía más precisa de sus preferencias de maduro
mientras pasa el tiempo, esto significa que los padres tienen menos y menos
justificación, mientras el niño crece, por imponerle sus propias concepciones
de beneficio cuando chocan con los del niño. Este modelo de relación padre-hijo
es así anti-patriarcal, en la medida que le da al niño un mayor derecho a voz y
voto en su propio tratamiento que el que le da el estandar de beneficio,
mientras al mismo tiempo reconoce la suficiente distancia entre las
preferencias expresadas y las maduras para evitar las consecuencias extremas de
la “rebelión juvenil”.
En el caso de maridos y mujeres,
ir más allá del patriarcado significa buscar promover tanto un ambiente de
trabajo y hogareño que no ponga en desventaja sistemática a las mujeres en
relación con los hombres. En la esfera económica, esto implica remover las
barreras regulatorias a la competición, dando así a los empleados generalmente,
incluyendo a las mujeres, más fuerza en el mercado laboral, poniéndolas en
una mejor posición para negociar por mayores pagas, licencias por maternidad,
etc. (que los empleadores, también beneficiándose del boom económico que la
libertad traería, estarían en mejor posición de proveer). En la esfera
legal, implica abolir las leyes que discriminan a las mujeres y más importante
aún, abrir los servicios de adjudicación y aplicación de la ley a la competición, de
manera que las preocupaciones de las mujeres puedan ser más adecuadamente
representadas. Y en la esfera cultural, implica inculcar una actitud de
reciprocidad y respeto mutuo.
Algunos libertarios podrían decir
que no necesitamos este último aspecto: si hay algún problema serio, el mercado
se encargará de ello, así que no necesitamos cultivar nada. Creo que esta
actitud es una equivocación, y tiende a promover actitudes discriminatorias (si
el mercado no se hizo cargo de ello, entonces no debe ser problema serio
alguno; por ej., si las mujeres no logran ganar tanto dinero como los hombres
en el mercado, debe ser culpa de ellas). Los libertarios a veces son reacios a
reconocer estructuras de poder atrincheradas cuando no vienen vinculadas a las
oficinas de gobierno; pero debemos recordar siempre que el poder y la tiranía
son más antiguos que el estado. Efectivamente, Herbert Spencer curiosamente
sugirió (en sus Principles of Sociology)
que la subordinación de la mujer al hombre es la forma inicial de opresión de
la que todas las posteriores crecieron, incluyendo el estado. Deberíamos
también recordar, cuando decimos "el mercado se encargará", que nosotros somos el mercado, que su
operación exitosa depende de la vigilancia de emprendedores kirznerianos, que
nosotros que hemos notado un problema estamos en la mejor posición de ejercer
ese rol emprendedor. Destacar la rama hayekiana en el pensamiento
socio-económico austríaco a costa de la rama kirzneriana puede conducir a la
pasividad excesiva frente a las fuerzas omnipotentes y omniscientes de la
historia(*).
Notas:
[1] Susan MOller Okin, Justice, Gender, and the Family (New York: Basic Books, 1989). Este libro ha conseguido algo
de mala prensa entre libertarios, primero por su ataque peculiar al
libertarismo, y segundo por las propias propuestas políticas más bien
socialistas de Okin. Es verdad que Okin tiende a malinterpretar y tergiversar las
posiciones de sus oponentes, y su capítulo sobre el libertarismo es
particularmente escandaloso en este sentido; es también verdad que sus
propuestas políticas serían una pesadilla estatista si son promulgadas. Aun
así, creo que hay mucho de valor en su libro que los libertarios necesitan
considerar cuidadosamente.
[2] El argumento a veces se hace
[partiendo de que] incluso si las relaciones homosexuales debieran ser
permitidas, no deberían ser llamadas "matrimonio", porque el
matrimonio históricamente ha sido un relacionamiento entre hombres y mujeres.
Pero siguiendo esa lógica, los relacionamientos heterosexuales contemporáneos
no deberían contar como matrimonio tampoco. Después de todo, el matrimonio
implicó históricamente la asimilación legal de la esposa en una subordinación a
su marido, así que uno podría decir que ningún relacionamiento entre iguales
debería ser considerado matrimonio. (De hecho, esto es exactamente lo que
muchos defensores del "amor libre" del siglo XIX hicieron; el
antagonismo del movimiento del amor libre hacia el matrimonio no era (en la
mayoría de los casos) una aprobación de la promiscuidad, sino más bien una
hostilidad a lo que ellos veían como una relación inherentemente unilateral y
explotadora). Pero creo que esto sería un error; la naturaleza del matrimonio
no está inherentemente determinada por la forma particular que toma en una
sociedad dada. El matrimonio y la familia son fenómenos históricos, y no pueden
ser definidos separadamente de la manera en que se desarrollaron en el tiempo.
[3] Las familias monoparentales
últimamente están bajo ataque de conservadores, que citan estadísticas que
muestran que a los niños de hogares con dos padres les tiende a ir mejor que a los
de aquellos hogares con uno solo. Una pregunta que pocas veces se hace es
¿cuánto de esta diferencia deriva de una ventaja inherente de dos padres sobre
uno, y cuánto más bien deriva de la dificultad económica y reducido tiempo
padre-hijo que impone una (políticamente fabricada) economía de salarios bajos
sobre las familias de padres solteros?
[4] En realidad, los dos casos
son diferentes en cierta forma. Como lo entiendo yo, los Testigos de Jehova
simplemente rechazan ciertos tipos de tratamientos médicos por motivos
religiosos, sin ofrecer tratamiento alternativo, argumentando que el niño
estaría mejor muerto que vivo pero condenado. Los Científicos Cristianos, por
contraste, tratan a sus hijos por medio de curación espiritual, un método que
tiene una tasa de éxitos notoria impresionante pero muchas fallas sin
explicación, así como la medicina mainstream
tiene una tasa de éxitos impresionante pero muchas fallas no explicadas; así
que las disputas sobre el tratamiento de la Ciencia Cristiana para los niños
tiene más que ver con la reivindicación de la profesión médica de un monopolio
sancionado por el gobierno en el campo de la salud en el problema de la negligencia
infantil y así sucesivamente.
[5] Esto trae a colación el
asunto complicado de los contratos de subrogación. Una parte los quiere
imponer, la otra prohibirlos. Como lo veo yo, la posición correcta es que el
desempeño específico no podría ser ejecutable (porque una madre embarazada no
puede alienar derechos de tutela mientras el niño aún está en su cuerpo), pero
los daños económicos deberían ser ejecutables.
[6] Al menos una vez lo hizo. En
escritos más recientes, sin embargo, desafortunadamente parece haber adoptado
la terminología de Sommer.
[7] Okin cita estadísticas que
muestran que luego del divorcio, la posición económica del hombre promedio
mejora mientras el de la mujer promedio declina. Desde que escribió su libro,
el estudio particular en la que ella confió ha sido puesto en descrédito; pero
esto solamente muestra que la diferencia post-divorcio es menos extrema de lo
que supuso Okin, no que sea insignificante.
(*) En este pasaje se contraponen las perspectivas de Hayek con las de Kirzner, Hayek ve a las instituciones de la sociedad (las leyes, el lenguaje, la moral, etc.) como producto de un orden espontáneo, emergente en forma natural de las relaciones entre individuos. Sin embargo Kirzner ve al individuo emprendedor como un sujeto activo que buscas las fallas en el sistema y gestiona acciones para corregir los errores del mercado, esto es, descubrir necesidades y tratar de ofrecer servicios que las satisfagan.
Nota del traductor:
El término "libertario" se toma en sentido de "liberal libertario", más específicamente aquella rama del liberalismo denominada en inglés "libertarianism".