viernes, 29 de noviembre de 2013

Bisexuales: aquí estamos, somos queers, no somos unicornios*

Aunque el término que nos define con certeza sugiere lo contrario, los bisexuales no tienen muchas opciones. Podrías plantear que hemos duplicado nuestras chances en el amor, pero en la cultura popular ves a heterosexuales, cada vez más a parejas homosexuales e incluso remeras en televisión pero es muy raro que haya una descripción mediática de una bisexualidad.

Y si lo hubiera, podés apostar que será extraño.

¡Como si ser bisexual te vuelve la persona desinhibida tipo hada madrina de la comunidad QUILTBAG!**. Tenemos a Bríttany la alegre unicornio bisexual en Glee; la sociópata en Bajos instintos; y ahora creo que Mulan en Once upon a time ha sido sutilmente empujado a salir del closet.

Besé a la primera mujer a los 12 años. Era una cuestión de atracción, no una declaración política. A los 18, viví con una mujer y nunca hablamos acerca del hecho de que estábamos en una relación. Entre nosotras, no había una definición de términos en la relación porque realmente allí no debía haberla. La gente preguntaba si estábamos juntas y nosotras lo pasábamos por alto. Decíamos que éramos amigas.

Buenas amigas.

Cuando era más joven, no estaba segura de sincerarme con mi familia, porque las declaraciones homofóbicas eran rutina y sabía de las altas tasas de jóvenes queer sin hogar. "No es asunto de nadie más", me diría a mí misma.

El único lugar en el que ella y yo existíamos como pareja era en un club gay local. Era pequeño y aún así fabuloso, de una forma que solamente los bares gays pueden serlo. Pinturas de neón manchaban las paredes, y los baños eran mugrientos. Habríamos de salir con feliz anticipación cuando podíamos conseguir arañando el dinero para pagar la entrada. Una vez que estábamos allí, no teníamos que explicarnos porque la gente no preguntaba. Aceptaba si estaban juntos, o algo como eso. Si venías con un hombre y una mujer, y bailabas con ambos nadie trataría de inferir qué significaba eso.

Ser bisexual es un misterio para algunas personas, y creo que parte de ello es que es algo que no ves. La bisexualidad es generalmente usada como una figura retórica en los medios. Estamos en el estado Will y Grace: bidimensional, pero con un ribete promiscuo o sicópata. Las únicas desviaciones remanentes en la escala de Kinsey. Los escritores mainstream definen a la bisexualidad por la persona con quien tenemos sexo más que como un aspecto de nuestras identidades.

Cada vez que dices alguna mierda bifóbica
muere un unicornio
La pura naturaleza de la bisexualidad nos vuelve predispuestos a ser borrados. Cuando mis dos amigas bisexuales salen juntas, la gente ve dos mujeres y las asumen lesbianas. Y estar en una relación heterosexual, es un poco como vivir una vida en el armario. Estuve sentada frente a amigos que me decían que los bisexuales no existen, y he tenido que decir, "estoy aquí mismo. Soy real."

Lo cierto es que somos muchos, pero no muchos somos visibles. En un reporte Pew*** de 2013 sobre la comunidad LGBT en Estados Unidos, era mucho menos probable que los bisexuales se visibilizaran a gente importante en sus vidas que las lesbianas y los gays. Mientras el 77% de los gays y el 71% de las lesbianas reportaron que las personas más importantes en sus vidas sabían de su orientación sexual, el número de bisexuales era un mucho menor 28%.

Cuando estoy en una relación heterosexual, las comunidades LGBTQ parecen menos accesibles. La gente se queja de las parejas heterosexuales que se acercan a las barras. Y lo entiendo. Recuerdo que era necesario que ese sea un espacio donde puedas ser queer sin el escrutinio heteronormativo.

Y aún así no soy hétero. Aquí estoy. Existo.

Por Danielle Paradis
Artículo original en inglés aquí.


* Unicornio: dícese de la persona (usual pero no exclusivamente mujer) bisexual que está dispuesta a unirse a una pareja heterosexual (con tendencia poliamorosa) con el fin de implicarse sexual y afectivamente con ambos miembros. Se le llama así porque en el imaginario del colectivo poliamoroso es considerado "mítico" y poco probable de ser encontrado. 

** QUILTBAG: acrónimo de Queer/Questioning, Undecided (indecidido), Intersex, Lesbian, Transgender/Transsexual, Bisexual, Allied/Asexual, Gay/Genderqueer. Pretende ser un término más inclusivo que LGBT.

***Reporte Pew: es una web que publica tendencias sociales y demográficas, la publicación citada en el artículo puede leerse en inglés aquí.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Mi problema con la monogamia - Confort en lugar de felicidad

Todo el mundo pregunta por qué. ¿Por qué arriesgarse a tener una relación abierta cuando tienes niños? Perciben la apertura como falta de compromiso. ¿Por qué arriesgarse a ser poliamoroso cuando están tan felices juntos? Perciben al poliamor como una opción egoísta más que una opción realista apoyando una tendencia. En vez de responder a esos errores de comprensión, mi respuesta es esta.

La razón por la que somos tan gozosamente felices es porque tenemos una relación abierta. Ser monógamos es un riesgo horrible. Y al menos para nosotros, uno mayor que el poliamor.

La monogamia está diseñada para mantener a las parejas unidas creando barreras de salida; social, financiera y sicológicamente. Uno no puede observar las estadísticas de divorcio para determinar cuán exitosa es; esto sólo prueba cuántas parejas permanecen casadas. No cuántas parejas permanecen felizmente casadas... Si juzgamos por cuántos matrimonios terminan ahora en divorcio desde que se volvió socialmente más aceptable, no son muchos a largo plazo. Tampoco muestra cuántas parejas son monógamas por ley y a pesar de ello tienen algún elemento de infidelidad dentro de su configuración, sea emocional o física.

No. En el análisis final, las estadísticas significan muy poco (y siendo una analista de oficio, sé que las motivaciones subyacentes para la variedad pueden contar una historia completamente diferente). Yo no puedo, y no probaré nada a nadie con estadísticas.

La gente puede elegir ser monógama o poliamorosa. Pero el sistema monógamo evolucionó de un principio que implica control y gestión de recursos/bienes. No derivó de valores de libertad, aceptación y amor. A mi parecer un sistema que evolucionó de libertad, aceptación y amor suena mucho mejor que un sistema que se basa en el control y la administración de recursos/bienes. Somos una cultura que intenta buscar alivio a la incertidumbre y establecer límites para controlar nuestro miedo. Estamos viviendo en una cultura basada en el miedo. Y nuestra sociedad ejemplifica esto de innumerables maneras.

Como economía, después de que ocurrieron los escándalos de Enron y Barings, inmediatamente buscamos controlar cualquier resultado futuro generando más reglas. Medidas más rigurosas... códigos de ética, ley de Sarbanes Oxley, mejores estructuras corporativas para dominar conflictos de interés. Control y administración de bienes/recursos. Juegos mentales y del ego. Quitan al corazón de las operaciones, crean ansiedad y -sí- tranquilidad temporal. No volverá a suceder. Hasta que sucede. Y este es el eterno círculo vicioso. Más control, crea más miedo, que vuelve a crear más control.

En la sociedad también creamos reglas, mayormente implícitas a menos que sean religiosas (esas son bastante explícitas). La gente que va contra la norma es excluida. Aquella gente es una amenaza a nuestras creencias y un insulto velado a la manera en la que vivimos nuestras vidas. Donde la gente sea una amenaza para nuestro control, autoridad, territorio, o recursos, podemos incluso llegar a la guerra para demostrar nuestro punto.

A un nivel individual, muchos prefieren vivir en una zona de confort, sin voluntad o capacidad de tomar ciertos desafíos en la vida. Son felices -o creen que lo son- con el efecto que produce un sistema derivado del control y la administración de propiedades. Les da una falsa sensación de seguridad que en muchos aspectos detiene ese creciente dolor. Porque el desafío de la vida es que es incierta. Esta incertidumbre fomenta el crecimiento. El desarrollo. Un compromiso a una mejor conciencia y honestidad. Implica algo de dolor en ocasiones, sí. Pero sólo mientras tenga que ver con la ruptura de nuestras creencias autoimpuestas. La vida es un poco como entrenar para una maratón. Nadie espera que sea fácil o cómoda, pero con absoluta seguridad es poderosa y estimulante. 

El poliamor es una creencia en nuestra capacidad de amar a muchos. Es también una metodología por la que puedes constantemente reevaluar si tus relaciones actuales te sirven de manera sana. Es un concepto que encarna nuestras necesidades universales de amor, libertad, conexión y honestidad. Es la antítesis del control. Es confianza completa. No - me apresuro a agregar - en la otra persona. Eso coloca una carga muy pesada en tu relación. Porque confiar y hacer depender la felicidad de uno en alguien es en realidad abusivo para la otra persona. Confiar en que alguien "no te lastime" le otorga un poder y una responsabilidad que es tuya. La confianza implica creer en vos mismo como un microcosmos del universo. La confianza de que estás abierto a lo que el universo te trae y lo que creas. La confianza de que puedes con ello. La confianza de que siempre vas a estar bien... porque es tu opción estar bien. Llegar a darse cuenta de eso es parte de lo que impide la monogamia.

Por supuesto que muchos de los que eligen el poliamor empiezan a andar el sendero de apertura y confianza. Entonces en algún lugar, de alguna forma, bajo la línea ellos crean nuevamente reglas para sí mismos. Imponen jerarquía en ellas. Relaciones primarias, secundarias, terciarias. Piden ser priorizadas. Es tan fácil caer de nuevo en nuestros patrones familiares de control. Para cualquier persona con la que desarrollo una nueva relación es difícil de entender.

Preguntan - "¿A dónde va esta relación?" (Debe llevar a algún clímax, a un objetivo).

A ningún lado. Y a todos lados. ¿A dónde nos lleva una amistad cualquiera? A la felicidad. Al conocimiento. Al crecimiento. Probablemente no nos lleva a vivir juntos ni a tener hijos (dado que dos son suficiente para mí, creo). Pero nunca digas nunca. Estamos tan programados en una estructura impuesta de relacionamientos del tipo "mi príncipe vendrá y viviremos por siempre felices", "él será mi todo y satisfará cada necesidad" (¡cuánta carga para una persona!), que no podemos imaginar explorar una conexión, sólo porque ya existe una. La seguridad de la monogamia inconsciente, no pensada, crea una percepción de confort donde no existe confort. Aburre los sentidos. Nos envuelve en fibra de algodón. Donde nos quedamos fetalmente constreñidos, blandos y protegidos. Del crecimiento. Y para mí eso es un riesgo mucho mayor. Un riesgo de desperdiciar esta hermosa vida... ¿quién sabe si es la única que tendremos, o cuánto durará?

Somos una sociedad que ha comprendido mal la felicidad, por el confort. Pero si buscas ser feliz, no esperes estar cómodo. Porque hay muchas batallas por pelear si vas a buscar tu verdadero ser. Pero una vez que lo has hecho - aunque no sea confortable todo el tiempo - es el estado último de dicha.


Artículo original en inglés. Autora: Louisa Leontiades.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Más allá del Patriarcado: Un modelo libertario de familia

La familia: ¿amiga o enemiga?

La familia es uno de los temas que divide a liberales de conservadores. En general, los conservadores tienden a ver a las asociaciones privadas - la familia, la iglesia, la corporación - como baluartes de libertad contra el estado. Pocos conservadores cuestionan la necesidad de un aparato estatal poderoso, pero insisten en que éste opere en servicio de las asociaciones privadas y no las suplante. Los liberales, por el contrario, es más probable que observen a estas asociaciones privadas - familia, iglesia, corporación - como amenazas a la autonomía, también ven a la intervención estatal como un garante de libertad contra las tendencias opresivas de las asociaciones privadas. Pocos liberales buscan abolir tales asociaciones, pero sí las quieren subordinar al estado - de la misma forma que los conservadores quieren subordinar al estado a las asociaciones privadas.

Esta disputa, como muchas entre la derecha y la izquierda, es una que los libertarios deben observar desde afuera. Los libertarios concuerdan con los conservadores en que el estado es la mayor amenaza a la libertad, y que las asociaciones privadas deben ser protegidas de la interferencia del gobierno. Pero los libertarios también son sensibles al potencial de opresión en las asociaciones privadas, especialmente cuando estas asociaciones son beneficiarias del favoritismo del gobierno. El enfoque conservador de poner el estado al servicio de la familia, la iglesia y la corporación simplemente entrega las riendas del poder a estas instituciones, que con este poder no puede gozar de más confianza de la que se le da a la burocracia del gobierno.

Los conservadores ven a la familia como la unidad fundamental de la sociedad. Pero para los libertarios, la unidad fundamental es el individuo. De aquí que los libertarios han sido ambivalentes tradicionalmente con respecto a la familia (así como respecto a sus parientes cercanos, la iglesia y la corporación). La familia, como un lugar de influencia y lealtad separada del estado, es ciertamente algo que los oponentes del poder centralizado están ansiosos por defender. Pero por otro lado, los libertarios están profundamente conscientes de que la familia no siempre ha sido una esfera de libertad individual, particularmente para las mujeres y los niños. ¿De qué manera, entonces, deberían los libertarios pensar respecto a la familia?


El origen de la familia

En términos biológicos, la familia se origina en la necesidad de criar a la descendencia. Los animales inferiores a veces no tienen familias, porque no las necesitan; vienen al mundo con un repertorio de comportamiento para la supervivencia de un adulto completo genéticamente programado dentro de ellos. En muchos insectos y especies de pescados, el padre o está muerto o largamente ausente para el momento en que el nuevo organismo eclosiona. Pero la proporción de instinto de aprendizaje es mayor en especies más inteligentes y flexibles, y por ello esas especies necesitan un período de niñez más largo. En tales especies, uno o los dos padres se quedan con el joven hasta que este período de aprendizaje vulnerable haya pasado. Esta es la forma más primitiva de familia.

Esta primera familia es a veces efímera. En muchas especies animales, la unidad familiar se disuelve tan pronto como los jóvenes han crecido completamente; de allí en adelante, la descendencia y las antiguas parejas son tratadas más o menos de la misma forma que cualquier otro miembro de su especie.

Pero el proceso evolucionario está lleno de recursos. Una característica que emerge inicialmente para cubrir una necesidad, puede entonces ser presionada para cubrir otra. Existen ventajas evolutivas para mantener una relación cooperativa entre miembros de la familia más allá del punto necesario para asegurar la continuidad de la especie. Y con los animales superiores, no solamente la evolución biológica sino la evolución cultural puede aparecer en el juego (por ejemplo, un gato criado para considerar a los ratones como compañeros de juegos en vez de presas puede a su vez criar a una generación entera de gatos pacifistas).

Entre los humanos, la familia aún sirve a la función original de la crianza de niños, pero adquirió un robusto rango de nuevas funciones además, sirviendo tanto a las necesidades económicas como emocionales de sus miembros. La familia creció más allá de su base biológica original, incrementando así dramáticamente el número de estructuras familiares posibles.

Un paralelo puede hacerse con el lenguaje. Presumiblemente, el lenguaje evolucionó primero para transmitir información vital para la supervivencia, tal como "Hay un tigre dientes de sable detrás de aquellos afloramientos rocosos" o "No comas estos, son los hongos que me enfermaron anteriormente". Y el lenguaje aún sirve a esa función. Pero el lenguaje actual también sirve a un extenso rango de necesidades espirituales cuya relación con la supervivencia física es tenue en el mejor de los casos. Condenar (como muchos conservadores hacen) las relaciones familiares que no están planteadas para el propósito de la crianza de niños es como condenar al Hamlet de Shakespeare por no decirnos dónde está el tigre dientes de sable.

En su libro The Psychology of Romantic Love, el sicólogo libertario Nathaniel Branden rastrea la institución del matrimonio desde los tiempos primitivos hasta el presente. En tiempos antiguos, remarca, se esperaba que el matrimonio se base en consideraciones económicas y sociales, no en el amor; el fenómeno del amor romántico era considerado una obsesión antisocial, una locura desafortunada en la que la gente cae a veces. En la Edad Media el matrimonio por amor permaneció socialmente impracticable por mucho tiempo, pero la literatura de la época (en oposición a la doctrina de la iglesia) empezó a celebrar el amor romántico como una de las mayores experiencias humanas, y a representar al matrimonio que no se basaba en el amor como una institución opresiva. Pero los romanceros medievales no eran revolucionarios sociales; más que concebir un cambio fundamental en la naturaleza del matrimonio, generalmente retrataban al amor romántico como glorioso pero adúltero y condenado trágicamente. Fue en la ascensión del capitalismo industrial, dice Branden, que por primera vez se dio a la mujer la suficiente independencia económica para posponer el matrimonio, y esta mayor igualdad, dice, junto con la ética capitalista del individualismo, es lo que llevó a la expectativa, en la sociedad de hoy día, de que el matrimonio se centrara ordinariamente en el lazo romántico por sobre todo lo demás. En la medida en que este cambio sea algo bueno, como creo que es, los seres humanos han logrado hacer del vínculo de emparejamiento sexual algo superior a lo que la naturaleza proveyó originalmente.

Desafortunadamente, las habilidades humanas intelectuales y sociales que nos permiten mejorar respecto a la naturaleza, también nos permiten hacer las cosas peor que la naturaleza. Históricamente, las familias humanas han sido instituciones opresivas y explotadoras, de una forma en que las familias animales no parecen ser. El más puro ejemplo de esto es la familia romana, en la que la cabeza masculina de la casa (el pater familias) tenía la atribución legal de matar a su mujer y a sus hijos (incluso ya crecidos). Este aspecto de las relaciones familiares se llama patriarcado ("el gobierno del padre"), significando la subordinación de las esposas a los maridos y de los hijos a los padres. Aquellos que defienden al patriarcado como "natural" a veces señalan al reino animal como modelo; pero tradicionalmente, la autoridad paterna y la inequidad sexual han sido mucho más pronunciados en sociedades humanas que en  la mayoría de las sociedades animales. Los recientes acontecimientos políticos - surgidos en parte del impulso de los libertarios de subordinar la autoridad patriarcal a los derechos individuales, y en parte del impulso liberal de bienestar de subordinar la autoridad patriarcal a la del estado - han debilitado la institución del patriarcado, pero no la eliminaron completamente. En su valioso libro Justice, Gender, and the Family, Susan Okin señala algunas de las formas en las que la sociedad contemporánea todavía refuerza sistemáticamente las estructuras familiares patriarcales. [1] ¿Cómo pueden desarrollarse las familias en una sociedad verdaderamente libre más allá de este paradigma patriarcal?


Estructuras familiares voluntarias

 Como se mencionó arriba, la dependencia humana en el aprendizaje por sobre el instinto nos permite progresar más allá de las limitaciones de nuestra programación genética, incrementando así el número de estructuras familiares disponibles para nosotros. Las relaciones de parentezco y uniones procreativas, si bien seguirán siendo una base importante de las estructuras familiares, no son las únicas. A pesar de todo, la mayoría de las sociedades humanas tienen leyes ordenando solamente cierta clase de estructura familiar, prohibiendo las otras. Los conservadores argumentan que tales leyes son necesarias para que la sociedad no colapse; ven a la monogamia heterosexual como prerrequisito para una cultura sana, y así como institución merecería protección legal. A pesar de todo, los conservadores también se ven a sí mismos como defensores de la cultura tradicional occidental iniciada con los antiguos judíos y griegos, dos grupos cuyo compromiso con la heterosexualidad (en el caso de los griegos) y la monogamia (en el caso de los judíos) es difícilmente notable; ¿sus culturas eran defectuosas?

Un sistema legal libertario no concede protección especial a cierto tipos de familia, pero permitiría cualquier arreglo que fuese consensuado y pacífico. La monogamia o la poligamia; matrimonio heterosexual u homosexual; [2] familias extendidas, familias nucleares o familias de padres solteros; [3] matrimonios grupales (sexuales o no sexuales) - cualquiera de estas relaciones serían permitidas. Es un error suponer que solamente existe un tipo de estructura familiar correcta para todos; e incluso si la hubiera, sería un error pensar que podamos estar justificablemente seguros que la hayamos encontrado si no permitimos el proceso de descubrimiento de competición entre estructuras familiares alternativas operar libremente.

Otra manera en que la sociedad libertaria diferiría es en la mayor variedad de contratos matrimoniales de las que las instituciones legales estarían con voluntad de reconocer y hacer cumplir. (Digo "instituciones legales" en vez de "estado", para dejar abierta la posibilidad de una sociedad anarquista). Habría algunos límites aquí, sin embargo; he argumentado en artículos previos que los contratos de servidumbre acordada no son legítimos en términos libertarios, y el mismo razonamiento aplicaría a contratos que prohíban el divorcio. Muchos estatistas (originalmente de derechas; pero ahora se les unen voces de izquierdas) argumentan que las leyes de matrimonio deberían hacer que los divorcios sean más difíciles de hacer, primeramente con el objeto de "proteger a los niños". Mientras esto podía haber funcionado en los días en que las normas sociales eran distintas, el resultado de tal legislación si fuese implementada hoy sería, no de parejas infelices quedándose juntas, sino parejas infelices separándose sin divorcio, y siguiendo sus vidas con nuevos compañeros sin volver a casarse. De qué manera esto podría mejorar la situación de los chicos es poco claro. (Los conservadores dicen que deberíamos intentar fomentar los matrimonios estables "restaurando el estigma de ilegitimidad". La noción de que esto podría beneficiar a los niños afectados es aún más extraña). En cualquier caso, los padres como individuos soberanos tienen el derecho de la libre asociación y separación, y forzarlos a permanecer en una relación, con alguien a quien no aman más, es tiránico. (También creo que la idea de que los padres deberían permanecer en un matrimonio falso por el bien de los niños es inmoral, una especie de sacrilegio contra el propio matrimonio - aunque por supuesto los padres tienen el derecho de tomar tal decisión si así lo decidieran). Pero, dejando de lado los contratos sin salida, las instituciones legales libertarias respetarían una mayor variedad de contratos matrimoniales. Las parejas que se encontraran en disputas no cubiertas por su contrato, o que no tienen contrato, podrían ser tratadas por cortes como si hubiesen firmado cualquiera fuese el contrato "por defecto" que existiera en la sociedad - aunque podrían siempre no optar por cualquiera de las provisiones del contrato por defecto haciendo un contrato explícito en favor de lo contrario.


Derechos de los niños

El ideal libertario es uno de independencia. Sin embargo todos venimos al mundo como seres dependientes, seres que deben obedecer a personas que, a cambio, deben proveernos cuidados. Tal situación parece contraria a los valores libertarios, sin embargo es uno de los hechos básicos de nuestra existencia; ¿cómo puede acomodarse el libertarismo a la niñez? El derecho parental de tomar decisiones por sus hijos es una excepción al principio libertario de que nadie debería tomar decisiones por otra persona; el deber parental de proveer cuidados por sus hijos es una excepción al principio libertario de que nadie debería ser requerido de proveer asistencia a otra persona. ¿Qué justifica estas excepciones?

Una respuesta posible es que estas excepciones son benéficas. Considere al niño que empieza a vagar entre el tráfico, hasta que el padre cae en picada y pone nuevamente al niño bajo seguridad. ¿No ha obligado el padre al niño, previniéndole de hacer lo que quería hacer? Parece ser así. Pero si el padre no hubiese intervenido, el niño podría haberse lastimado o muerto; así que está en el interés del niño el de ser obligado a ello.

Sin duda que lo es; ¿pero puede ser esto lo que justifica la autoridad paterna? Después de todo, los libertarios generalmente rechazan la noción paternalista de coercer a la gente para beneficiarlas, y argumentan en vez de ello que la gente tiene el derecho de cometer sus propios errores. ¿Por qué no aplica para los niños?  Si permitimos a los adultos inmiscuirse en comportamiento arriesgado como el bungee jumping, escalar montañas o practicar el sexo sin protección, ¿por qué no permitir a los niños que efectúen comportamientos arriesgados como caminar en el tráfico o tomar lavandina?

Algunos libertarios han concluido que el argumento anti-paternalista de hecho sí aplica a los niños, y sostienen que está mal restringir de cualquier manera a los niños siempre que no estén lastimando a alguien más; tales libertarios sostienen que los niños deberían tener derechos completos de firmar contratos o tener sexo con adultos. En reacción a esto, otros libertarios han ido al extremo opuesto, sosteniendo que los niños son propiedad de sus padres y que los padres pueden hacer con ellos lo que quieran. La mayoría de los libertarios toman una posición intermedia, considerando a los padres ni iguales ni dueños de sus hijos, sino más bien como sus guardianes, autorizados a tomar decisiones por ellos y obligados a proveerles bienestar. Tal vez esta sea la posición más de sentido común; ¿pero constituye esto una desviación del libertarismo estricto?

No lo creo. En mi visión, lo que justifica el tratamiento paternalista de los niños no es simplemente que tales tratamientos beneficien a los niños (también podría beneficiar a los adultos tontos), sino más bien el que los niños carecen de la capacidad de tomar decisiones racionales acerca de sus vidas (mientras los adultos tontos pueden tener esa capacidad aun cuando no la usen mucho). Considere la analogía de un persona en coma, tomamos decisiones médicas para esas personas sin su consentimiento, porque asumimos que habrían de consentir si pudiesen hacerlo. Si una persona en coma dejó instrucciones de no usar ciertos tipos de tratamientos, entonces la mayoría de los libertarios estarían de acuerdo que deberíamos abstenernos de usarlas. Así que este no es un caso de cancelar en forma paternalista la voluntad de alguien, sino de actuar como un agente para alguien que actualmente está imposibilitado de ejercitar su voluntad. Podemos también extender el análisis a casos donde la capacidad de toma de decisiones racionales no está completamente bloqueada (como el caso de una persona inconsciente), sino simplemente disminuida, como con las personas que están drogadas, delirantes o mentalmente lesionadas. Sugiero que los niños puedan ser considerados como ejemplos de capacidad disminuida; los guardianes actúan como agentes para los niños, tratando a los niños como ellos juzgan que los niños podrían consentir de ser tratados si sus facultades estuviesen completamente desarrolladas. El estándar que justifica el paternalismo no es el de aquello que le resulte beneficioso sino el consentimiento hipotético, los dos son diferentes porque una persona con facultades totalmente desarrolladas todavía pueden fallar en usarlas y toman así decisiones tontas.

Esto ayuda a explicar por qué los derechos y responsabilidades de la tutela van juntas de la manera en que lo hacen. Específicamente, la tutela es un fardo compuesto por un derecho (el derecho a tomar decisiones acerca de lo que le sucede al niño) y una responsabilidad (el deber de ocuparse del bienestar del niño). Éstos vienen como unidad, porque solamente cuando las decisiones que tomamos son aquellas que el discapacitado consentiría si no fuera discapacitado (hasta donde podamos determinar) que estamos justificados a actuar como un agente y sustituir nuestros juicios por los de él.

El hecho de que la relación guardián-tutela depende de la capacidad disminuida tiene una importante implicancia para los derechos de los niños. La capacidad disminuida es una cuestión de graduaciones; la capacidad de tomar decisiones racionales de un niño de 13 años no está tan  disminuida como la de uno de 4, que por el contrario no está tan disminuida como la de un recién nacido. Así que es poco realista tener un límite de edad absoluto, debajo de la cual un niño está completamente bajo la autoridad de su guardián (e incapaz de comprometerse en cualquier transacción financiera vinculante, desde comprar una casa hasta un paquete de chicles) y arriba de la cual es repentinamente un agente totalmente responsable. Cuanto más viejo es un niño, más fuerte se vuelve la presunción de que la voluntad expresa es un reflejo preciso de la voluntad que tendría si no fuera discapacitado. Así, por ejemplo, el deseo de un adolescente de tener un arito en la oreja debe considerarse con más peso que el deseo de un niño de tener un arito en la oreja; y una capacidad racional que no es competente para dar consentimiento informado en caso de comprar una casa puede ser bastante competente para la tarea de comprar chicle. Estas suertes de áreas grises podrían probablemente ser manejadas mejor por precedentes progresivos de tribunales que ser definidos de forma fija por estatutos.

He dicho que el criterio de cómo debería ser tratado un hijo no es aquel basado en lo que le reporte beneficios al niño, sino aquel que el niño consentiría si sus facultades racionales no fuesen limitadas - un estándar que presumiblemente acompañaría con precisión justa al bienestar del niño, pero que no coincidirá con él enteramente, especialmente cuando el niño se hace grande. (Por ejemplo, podríamos pensar que el pequeño Nemo estaría mejor como corredor de bolsa que como artista callejero, pero si toda la evidencia sugiere que Nemo probablemente de manera abrumadora elija el arte callejero como carrera de adulto, entonces no estamos justificados a forzarlo a asistir a campamentos de corredores de bolsa, si existiera algo así). Pero por supuesto, lo que el niño llegue a consentir probablemente en forma retroactiva, de adulto, está por amplio alcance (aunque no completamente) determinado por decisiones hechas por los padres en su tierna infancia. En otras palabras, si fuiste criado musulmán, entonces probablemente mirarás hacia atrás y dirás "Soy feliz de haber sido criado en el Islam"; pero si no fuiste criado como musulmán, entonces probablemente estés feliz de no haberlo sido. En casos en que las preferencias probables futuras del niño están siendo moldeadas por el tratamiento presente, ¿cómo entonces invertimos el análisis y usamos aquellas probables preferencias futuras como un criterio para evaluar el tratamiento presente?

Este es un caso difícil: por un lado, los libertarios generalmente son propensos a decir que el padre está en mejor posición que cualquiera para decidir, por ejemplo, en qué religión debería criarse a un niño, y este es un asunto en el que los que no representen los intereses del niño no deberían interferir, incluso aunque creamos que ser criados en una religión sea objetivamente mejor que ser criado en otra. Por el otro lado, cuando se refiere a procedimientos abusivos como la mutilación genital femenina (popularmente conocida con el eufemismo de "circuncisión femenina", transmitiendo falsamente la impresión de ser comparable en seriedad con la circuncisión masculina), generalmente pensamos que los padres no tienen el derecho de hacer esto, incluso aunque las mujeres que han hecho el procedimiento de jóvenes usualmente lo apoyan en retrospectiva cuando son adultas, porque se les ha inculcado con las actitudes y valores culturales relevantes. (Casos como la Iglesia de los Científicos Cristianos y Testigos de Jehová que deniegan a sus hijos atención médica parecen venir al caso). [4] Ni el criterio del beneficio ni el criterio del consentimiento hipotético da precisamente las respuestas que queremos en tales casos, lo cual sugiere que podría necesitar hacer más intrincada mi teoría y de alguna forma incorporar aspectos del criterio del beneficio en el estándar de consentimiento hipotético, sin intención de hacerlo de manera a justificar algún tipo de paternalismo hacia los adultos. No he logrado elucubrar completamente cómo hacerlo, pero tal vez algo a lo largo de las siguientes líneas podría funcionar: cuando consideramos las probables preferencias futuras del niño, esas preferencias incluyen tanto una preferencia genérica de ser beneficiado, y una (posiblemente errada) preferencia específica por un tratamiento particular considerado como beneficioso. Dado que estas preferencias no son actuales, no podemos tratar a una como más expresiva de la voluntad del niño que la otra (en que una vez que el niño creció y actúa en base a la última preferencia, le da prioridad sobre la anterior). Así que el guardián está obligado a balancear el deseo genérico de ser beneficiado (lo que requiere que el guardián provea lo que es efectivamente beneficioso) con el deseo específico por lo que sea que el niño considerará probablemente en el futuro, como aquello que fuera beneficioso. Así que cuanto más dañino sea realmente un tratamiento particular, tanto más pesa la defensa por la abstención de tal tratamiento tiene versus el contrapeso de que el niño terminará apoyándolo cuando mayor.

¿Cómo se adquieren las tutelas? Presumiblemente de la misma forma que otros derechos de propiedad: por apropiación o transferencia. La forma más simple para apropiarse de una tutela sería encontrar un niño abandonado y encargarse de proveerle de cuidados. Otra forma de apropiar tutela es dar a luz al niño, la madre se inicia como guardián del niño, una posición para la cual nadie más (ni siquiera el padre) es capaz de reclamar a menos que la madre lo acepte. (No creo que una madre embarazada pueda conceder derechos de tutela por adelantado, por contrato, por la misma razón que uno no puede vender su propia sangre antes de que haya sido extraída del cuerpo; uno no puede alienar una posesión que aún está incorporado en uno mismo.) [5] Uno puede también obtener una tutela por donación o comprarlo de alguien que renuncie a ella (por ejemplo, adopción).

El hecho de que lo que se posee es la tutela sobre un niño, más que simplemente poseer al niño, pone restricciones en cómo uno puede deshacerse de una tutela. Mientras uno la tenga, uno  está obligado a ejecutarla de maneras consistentes con el bienestar del niño, y así (dado que renunciar a la tutela es en sí mismo un ejercicio de tutela) uno no puede renunciar a la tutela arrojando al bebé en un contenedor de basura o vendiéndolo a alguien que sabes que planea cocinarlo y comérselo. Por analogía, si rescatas a un paciente comatoso de un incendio en un hospital, no puedes renunciar a tus deberes de tutela arrojando a tu paciente a un río, sino que debes transportar al paciente a otro hospital.


El status de las mujeres

Los libertarios tienen una relación tensa con el feminismo. Muchos apoyan la distinción que hace Christina Sommers entre el "feminismo liberal" y el "feminismo de género". Las feministas liberales, dice Sommers, están preocupadas con la igualdad legal, por ejemplo, con asegurar que hombres y mujeres tengan los mismos derechos ante la ley, mientras las feministas de género van más allá y afirman que la desigualdad sexual impregna cada aspecto de la sociedad, y que una mera igualdad ante la ley es insuficiente para compensar este problema. La distinción de Sommers, y su preferencia por el feminismo liberal sobre el feminismo de género, es compartida por muchos en la comunidad libertaria.

La feminista libertaria Wendy McElroy ofrece un análisis más sutil [6] en la introducción de su libro Freedom, Feminism, and the State. Allí ella distingue no dos, sino tres tipos de feminismo. Primero el "feminismo mainstream", que simplemente busca incluir a las mujeres equitativamente con los hombres en cualquiera sea el status quo legal existente. Si existen hombres senadores, también debería haber senadoras; si los hombres pueden ser obligados al servicio militar o a campos de trabajos forzados, también las mujeres; y así. Esta posición está en contraste con lo que McElroy llama "feminismo radical", que ve la igualdad sexual como un síntoma de una desigualdad más profunda que impregna a la sociedad como un todo y es inherente en el status quo (de forma que la simple inclusión en el status quo no lo mejorará). Existen, dice McElroy, dos tipos de feministas radicales: la "feminista socialista" que ve a la desigualdad socioeconómica como culpable y el feminismo individualista (es decir, libertario), que considera el problema como derivado de la desigualdad política (donde McElroy se refiere a la "desigualdad política" como cualquier subordinación coercitiva de una persona sobre la voluntad de otra - donde el estatismo es el caso paradigmático de desigualdad política).

La distinción de McElroy es mejor que la de Sommers, porque Sommers habría de englobar a las feministas mainstream e individualistas en el mismo campo del feminismo liberal, ignorando las diferencias importantes entre ellas. Pero incluso la distinción de McElroy, me parece, no va lo suficientemente lejos. McElroy parece creer que es anti-libertario preocuparse sobre las diferencias socioeconómicas entre hombres y mujeres, excepto en la medida que esas diferencias sean resultado de una acción coercitiva del estado. Ahora, es verdad que las feministas libertarias deberían evitar buscar soluciones gubernamentales para esas desigualdades, pero eso no significa que ellas no deberían considerar tales desigualdades como indeseables, y en necesidad de alguna suerte de solución (no gubernamental). Con seguridad las llamadas "feministas de género" están en lo correcto al señalar que las desigualdades sexuales indeseables están extremadamente impregnadas en nuestra sociedad.

Como señala Susan Okin en el libro que mencioné antes, la mayoría de las teorías políticas (y esto es con certeza verdad en el libertarismo) tienden a asumir como propio un factor maduro que surgió gracias al trabajo de otra persona, usualmente labor femenina. Las condiciones de empleo en nuestra sociedad (horas de trabajo, estructura de licencias y beneficios, etc.) también parecen estar diseñados con la asunción de que el trabajador tiene una esposa en casa, incluso cuando el trabajador es mujer. Las mujeres todavía hacen la mayoría de los trabajos domésticos no pagados, incluso cuando trabajan, y tienden a poner las carreras de sus maridos por delante de las de ellas; dando como resultado, si el matrimonio se quiebra, que sea el hombre, no la mujer, quien está mejor preparado para prosperar en el mercado laboral. [7] Okin argumenta que este hecho da al marido poder desproporcionado en la relación, dado que tiene menos para perder cuando sale de ella. (Okin también señala maneras en las que las leyes existentes sobre el matrimonio exacerban esta situación; su capítulo "Vulnerabilidad por matrimonio" es uno que jueces y legisladores libertarios bien podrían leer con provecho.) Es más, Okin da énfasis en que la familia es la primera escuela de moralidad, esto es, es el primer contexto en el cual la gente aprende acerca del comportamiento interpersonal apropiado, y si la familia está caracterizada por relaciones explotadoras unilaterales, no producirá la clase de ciudadanos en los que se puede confiar para mantener una sociedad justa.

Yo creo que las preocupaciones de Okin son importantes. Las propias soluciones de Okin, por supuesto, son coercitivas y estatistas por naturaleza; pero necesitamos no renunciar su reporte de los problemas simplemente porque dudamos tanto de la moralidad como de la utilidad de sus soluciones.

Una sociedad libertaria no resolvería automáticamente todos los problemas que menciona Okin; los sesgos culturales pueden sobrevivir incluso sin apoyo gubernamental. Sin embargo, la ausencia de tal soporte debilita la efectividad de aquellos sesgos, haciendo así más fácil combatirlos a través de medios voluntarios, si solamente nos encargáramos de hacerlo. En particular, la explosión de prosperidad que una sociedad libertaria vería, transitaría por un largo camino hacia proveer a las mujeres de una red de seguridad económica más efectiva que cualquier programa de bienestar del gobierno. (Una posibilidad es que las mujeres pudiesen formar redes de apoyo mutuo de un tipo que las regulaciones gubernamentales de hoy harían imposible). Y he discutido en artículos previos por qué la competición tendería a socavar el impacto del sesgo sexista en el mercado.

Quisiera cerrar hablando un poco acerca del abuso conyugal, uno de los más feos remanentes del patriarcado en la familia moderna. ¿Cómo debería manejar este problema un sistema legal libertario? Hoy, nuestra fuerza policial predominantemente masculina (y a veces orientada a lo bruto) es bien conocida por no ser particularmente útil en dirigirse a esta cuestión. La canción "Detrás del muro" de Tracy Chapman (del álbum Tracy Chapman) expresa una queja familiar:

Anoche escuché el grito
voces detrás de la pared
otra noche sin dormir para mí
no haré bien alguno llamando
la policía siempre llega tarde
si es que llegan a venir

y cuando vienen
dicen que no pueden interferir
con asuntos domésticos
entre un hombre y su esposa
y mientras salen por la puerta
las lágrimas brotan en sus ojos

anoche escuché el grito
y luego un silencio que congeló mi alma
recé estar soñando
cuando ví a la ambulancia en la calle

y el policía dijo
estoy aquí para mantener la paz
la multitud se dispersa
creo que todos podríamos dormir un poco

¿Podría ser que el hecho de que las fuerzas policiales corrientes disfrutan de un monopolio coercitivo en la provisión de seguridad dentro de sus respectivos territorios no tuviera nada que ver con esta situación? Imagine un escenario en el que diferentes tipos de agencias policiales, especializándose en distintos tipos de problema, pudiesen competir en el mercado abierto. Una agencia policial feminista (tal vez una red de apoyo mutuo, tal vez un negocio de cuotas por servicio, tal vez una organización sin fines de lucro que dependiera de contribuciones caritativas, tal vez una combinación de las anteriores) habría, con más probabilidad, de ser mucho más sensible y susceptible en asuntos de abuso conyugal de lo que son las agencias policiales de hoy día. Un agresor podría pelear con tres feministas armadas con Uzis apareciéndose frente a su puerta para investigar. (En esta conexión, recuerde que el control de armas (que no habría de existir en una nación libre) es una de las herramientas más efectivas del patriarcado, dado que favorece a aquellos con mayor fuerza física; la posesión extendida de armas y el entrenamiento socavan la vulnerabilidad femenina a la violencia masculina compensando las diferencias de fuerza promedio entre hombres y mujeres).

Un asunto relacionado es el de la autodefensa contra el abuso conyugal. En un número de casos recientes, una mujer mató o mutiló a su marido abusivo porque ella temía que el abuso continúe, incluso aunque su marido no haya estado abusando de ella en el preciso momento en que ella lo atacó. Nuestro sistema legal tiende a tratar a estas mujeres como criminales, sobre la base de que la autodefensa violenta está justificada solamente cuando la amenaza es inmediata (excepto cuando es el gobierno el que está haciendo la defensa, en cuyo punto los criterios para la violencia preventiva justificable parece volverse extremadamente laxa). El argumento es que una mujer abusada debería huir del hogar en lugar de quedarse y asaltar a su abusador. ¿Pero por qué ella debería dejar su propio hogar, simplemente porque es también el hogar del abusador? Incluso nuestro sistema legal degradado generalmente reconoce que uno no tiene deber de retirarse de un atacante cuando uno está en su propia casa. Si eres la víctima de un patrón persistente de violaciones severas de derechos, un patrón del que tienes cada una de las razones para esperar que continúe, y si las autoridades externas no ofrecen protección confiable, me parece a mí que estás justificado a encargarte de tu propia defensa, y de que una corte libertaria debería reconocerte esto. Un sistema legal competitivo permitiría una mayor voz a las perspectivas de las mujeres en decidir el tratamiento de tales casos del que es posible bajo nuestro sistema político.


Más allá del patriarcado

Los conservadores están en lo correcto: la familia es una institución de valor supremo e importancia, tanto en su propio derecho y como un baluarte contra la invasión del estado. Los liberales también tienen razón: la familia ha servido a veces como una esfera de opresión y explotación, gracias a la tradición del patriarcado, en la que las mujeres son injustamente subordinadas a los hombres, y los niños son injustamente subordinados a los padres. La respuesta libertaria apropiada a ambas preocupaciones es ver cómo, consistentemente con nuestros principios anti-intervencionistas, podríamos fomentar una estructura familiar libre de la influencia patriarcal.

En el caso de los padres e hijos, esto significa reconocer que en la decisión de cómo tratar a sus hijos, los padres deben intentar buscar no solamente el bienestar del niño, sino también aquello que el niño probablemente (una vez que madure) prefiera, dado que una preferencia expresa de un niño se vuelve una guía más precisa de sus preferencias de maduro mientras pasa el tiempo, esto significa que los padres tienen menos y menos justificación, mientras el niño crece, por imponerle sus propias concepciones de beneficio cuando chocan con los del niño. Este modelo de relación padre-hijo es así anti-patriarcal, en la medida que le da al niño un mayor derecho a voz y voto en su propio tratamiento que el que le da el estandar de beneficio, mientras al mismo tiempo reconoce la suficiente distancia entre las preferencias expresadas y las maduras para evitar las consecuencias extremas de la “rebelión juvenil”.

En el caso de maridos y mujeres, ir más allá del patriarcado significa buscar promover tanto un ambiente de trabajo y hogareño que no ponga en desventaja sistemática a las mujeres en relación con los hombres. En la esfera económica, esto implica remover las barreras regulatorias a la competición, dando así a los empleados generalmente, incluyendo a las mujeres, más fuerza en el mercado laboral, poniéndolas en una mejor posición para negociar por mayores pagas, licencias por maternidad, etc. (que los empleadores, también beneficiándose del boom económico que la libertad traería, estarían en mejor posición de proveer). En la esfera legal, implica abolir las leyes que discriminan a las mujeres y más importante aún, abrir los servicios de adjudicación y aplicación de la ley a la competición, de manera que las preocupaciones de las mujeres puedan ser más adecuadamente representadas. Y en la esfera cultural, implica inculcar una actitud de reciprocidad y respeto mutuo.

Algunos libertarios podrían decir que no necesitamos este último aspecto: si hay algún problema serio, el mercado se encargará de ello, así que no necesitamos cultivar nada. Creo que esta actitud es una equivocación, y tiende a promover actitudes discriminatorias (si el mercado no se hizo cargo de ello, entonces no debe ser problema serio alguno; por ej., si las mujeres no logran ganar tanto dinero como los hombres en el mercado, debe ser culpa de ellas). Los libertarios a veces son reacios a reconocer estructuras de poder atrincheradas cuando no vienen vinculadas a las oficinas de gobierno; pero debemos recordar siempre que el poder y la tiranía son más antiguos que el estado. Efectivamente, Herbert Spencer curiosamente sugirió (en sus Principles of Sociology) que la subordinación de la mujer al hombre es la forma inicial de opresión de la que todas las posteriores crecieron, incluyendo el estado. Deberíamos también recordar, cuando decimos "el mercado se encargará", que nosotros somos el mercado, que su operación exitosa depende de la vigilancia de emprendedores kirznerianos, que nosotros que hemos notado un problema estamos en la mejor posición de ejercer ese rol emprendedor. Destacar la rama hayekiana en el pensamiento socio-económico austríaco a costa de la rama kirzneriana puede conducir a la pasividad excesiva frente a las fuerzas omnipotentes y omniscientes de la historia(*).


Notas:

[1] Susan MOller Okin, Justice, Gender, and the Family (New York: Basic Books, 1989). Este libro ha conseguido algo de mala prensa entre libertarios, primero por su ataque peculiar al libertarismo, y segundo por las propias propuestas políticas más bien socialistas de Okin. Es verdad que Okin tiende a malinterpretar y tergiversar las posiciones de sus oponentes, y su capítulo sobre el libertarismo es particularmente escandaloso en este sentido; es también verdad que sus propuestas políticas serían una pesadilla estatista si son promulgadas. Aun así, creo que hay mucho de valor en su libro que los libertarios necesitan considerar cuidadosamente.

[2] El argumento a veces se hace [partiendo de que] incluso si las relaciones homosexuales debieran ser permitidas, no deberían ser llamadas "matrimonio", porque el matrimonio históricamente ha sido un relacionamiento entre hombres y mujeres. Pero siguiendo esa lógica, los relacionamientos heterosexuales contemporáneos no deberían contar como matrimonio tampoco. Después de todo, el matrimonio implicó históricamente la asimilación legal de la esposa en una subordinación a su marido, así que uno podría decir que ningún relacionamiento entre iguales debería ser considerado matrimonio. (De hecho, esto es exactamente lo que muchos defensores del "amor libre" del siglo XIX hicieron; el antagonismo del movimiento del amor libre hacia el matrimonio no era (en la mayoría de los casos) una aprobación de la promiscuidad, sino más bien una hostilidad a lo que ellos veían como una relación inherentemente unilateral y explotadora). Pero creo que esto sería un error; la naturaleza del matrimonio no está inherentemente determinada por la forma particular que toma en una sociedad dada. El matrimonio y la familia son fenómenos históricos, y no pueden ser definidos separadamente de la manera en que se desarrollaron en el tiempo.

[3] Las familias monoparentales últimamente están bajo ataque de conservadores, que citan estadísticas que muestran que a los niños de hogares con dos padres les tiende a ir mejor que a los de aquellos hogares con uno solo. Una pregunta que pocas veces se hace es ¿cuánto de esta diferencia deriva de una ventaja inherente de dos padres sobre uno, y cuánto más bien deriva de la dificultad económica y reducido tiempo padre-hijo que impone una (políticamente fabricada) economía de salarios bajos sobre las familias de padres solteros?

[4] En realidad, los dos casos son diferentes en cierta forma. Como lo entiendo yo, los Testigos de Jehova simplemente rechazan ciertos tipos de tratamientos médicos por motivos religiosos, sin ofrecer tratamiento alternativo, argumentando que el niño estaría mejor muerto que vivo pero condenado. Los Científicos Cristianos, por contraste, tratan a sus hijos por medio de curación espiritual, un método que tiene una tasa de éxitos notoria impresionante pero muchas fallas sin explicación, así como la medicina mainstream tiene una tasa de éxitos impresionante pero muchas fallas no explicadas; así que las disputas sobre el tratamiento de la Ciencia Cristiana para los niños tiene más que ver con la reivindicación de la profesión médica de un monopolio sancionado por el gobierno en el campo de la salud en el problema de la negligencia infantil y así sucesivamente.

[5] Esto trae a colación el asunto complicado de los contratos de subrogación. Una parte los quiere imponer, la otra prohibirlos. Como lo veo yo, la posición correcta es que el desempeño específico no podría ser ejecutable (porque una madre embarazada no puede alienar derechos de tutela mientras el niño aún está en su cuerpo), pero los daños económicos deberían ser ejecutables.

[6] Al menos una vez lo hizo. En escritos más recientes, sin embargo, desafortunadamente parece haber adoptado la terminología de Sommer.

[7] Okin cita estadísticas que muestran que luego del divorcio, la posición económica del hombre promedio mejora mientras el de la mujer promedio declina. Desde que escribió su libro, el estudio particular en la que ella confió ha sido puesto en descrédito; pero esto solamente muestra que la diferencia post-divorcio es menos extrema de lo que supuso Okin, no que sea insignificante.


Por Roderick Long, artículo original.


(*) En este pasaje se contraponen las perspectivas de Hayek con las de Kirzner, Hayek ve a las instituciones de la sociedad (las leyes, el lenguaje, la moral, etc.) como producto de un orden espontáneo, emergente en forma natural de las relaciones entre individuos. Sin embargo Kirzner ve al individuo emprendedor como un sujeto activo que buscas las fallas en el sistema y gestiona acciones para corregir los errores del mercado, esto es, descubrir necesidades y tratar de ofrecer servicios que las satisfagan.


Nota del traductor:

El término "libertario" se toma en sentido de "liberal libertario", más específicamente aquella rama del liberalismo denominada en inglés "libertarianism".



miércoles, 23 de octubre de 2013

Movimiento por la sexoafirmatividad

Traducción de la entrada Sex-Positive Movement (SPM) en Wikipedia


El SPM es un movimiento social que promueve y abarca una sexualidad abierta con pocos límites más allá del énfasis en la práctica del sexo seguro y la importancia del consenso informado. La sexoafirmatividad es una actitud hacia la sexualidad humana que considera todas las actividades sexuales consensuadas como saludables y placenteras, y fomenta el placer sexual y la experimentación. El SPM es un movimiento social y filosófico que defiende esas actitudes. El SPM defiende la educación sexual y el sexo seguro como parte de su campaña. El movimiento no hace distinciones morales entre tipos de actividades sexuales, considerando esas elecciones como asuntos de preferencia personal.

Los términos y conceptos sexoafirmatividad y sexonegatividad se atribuyen generalmente a Wilhelm Reich. Su hipótesis era que algunas culturas ven la expresión sexual como esencialmente buena y saludable, mientras que otras sociedad toman un punto de vista negativo de la sexualidad en general y buscan reprimir y controlar el deseo sexual. 

Como Reich, algunos defensores contemporáneos de la sexoafirmatividad definen su filosofía contraponiéndola a la sexonegatividad, que identifican como el punto de vista dominante en la cultura occidental y en muchas de las culturas no occidentales. De acuerdo con quienes la defienden, la visión tradicional cristiana de la sexualidad humana define los valores tradicionales occidentales con relación a este tema. Así, quienes proponen la sexoafirmatividad denuncian que bajo la tradición cristiana occidental el sexo es visto como una fuerza destructiva excepto cuando es redimida por la gracia salvadora de la procreación, y el placer sexual es visto como pecaminoso. Los actos sexuales son clasificados jerárquicamente, con la heterosexualidad marital en la cima de la jerarquía y la masturbación, homosexualidad y otras sexualidades que se desvían de las expectativas sociales más cercanas al fondo. Se dice que la medicina y la psiquiatría también han contribuido a la sexonegatividad, puesto que, de vez en cuando, designan como patológicas algunas formas de sexualidad que aparecen en la base de la jerarquía. Sin embargo, las sociedades occidentales anteriores a la influencia cristiana, como la Grecia antigua, han aprobado formas de sexualidad que entran fuertemente en conflicto con las creencias cristianas. 

El SPM no hace distinciones morales o éticas entre sexo heterosexual u homosexual, o masturbación, considerando estas elecciones como cuestiones personales. Algunas posturas sexoafirmativas incluso aceptan el BDSM y el poliamor así como la asexualidad, la transexualidad, el transgénero y otras formas de transgresión de género en general. La mayoría en el SPM defiende una educación sexual amplia y acertada como parte de su campaña. 

Algunos teóricos del SPM han analizado la sexoafirmatividad en términos de intersección de raza/cultura, género, sexualidad, clase, nacionalidad y espiritualidad. Farajaje-Jones (2000) destacó la conexión entre la ideología supremacista y lo que llamó “erotofobia”.

Varias definiciones de sexoafirmatividad han sido ofrecidas por la sexóloga Carol Queen:

Símbolo del "amor fuera de la caja", utilizado para
representar arreglos no convencionales de
relacionamientos.
La sexoafirmatividad, un término que está entrando en la consciencia cultual, no es una celebración estúpida e insulsa del orgón por unos hippies; es una afirmación simple, pero radical, de que cada uno de nosotros desarrollamos nuestras pasiones en diferentes ambientes, que en lugar de tener dos o tres o incluso media docena de orientaciones sexuales, debemos pensar en términos de millones. La sexoafirmatividad respeta cada uno de nuestros perfiles sexuales únicos, incluso aunque reconocemos que algunos hemos sido dañados por una cultura que intenta erradicar la diferencia y las posibilidades sexuales. 

Es la filosofía cultural que entiende la sexualidad como una fuerza potencialmente positiva en nuestra vida, y que puede, por supuesto, enfrentarse a la sexonegatividad, que ve el sexo como problemático, perjudicial, peligroso. La sexoafirmatividad permite, y de hecho celebra, la diversidad sexual, los deseos y las estructuras de relaciones que difieren, y elecciones individuales basadas en el consenso.


Amor libre

El término “amor libre” se ha usado por lo menos desde el siglo XIX para describir un movimiento social que rechaza el matrimonio, que es visto como una especie de atadura social, especialmente para las mujeres. De acuerdo con este concepto, las uniones libres entre personas adultas son relaciones legítimas que deben ser respetadas por todo el mundo, sean relaciones emocionales o sexuales. Adicionalmente, algunos textos sobre el amor libre han argumentado que tanto hombres como mujeres tienen el derecho al placer sexual. En la era victoriana, esto era una noción radical. Más tarde se desarrolló un nuevo tema, vinculando el amor libre con el cambio social radical, y describiéndolo como precursor de la nueva sensibilidad antiautoritaria, antirrepresiva y pacifista.

Mientras que el término amor libre se ha asociado a menudo a la promiscuidad en la imaginación popular, especialmente en referencia a la contracultura de los años 60 y 70, históricamente el movimiento por el amor libre no ha defendido el tener varias parejas sexuales o las relaciones sexuales de corta duración. En su lugar ha argumentado que las relaciones de amor libre en las que se entra de manera libre no deben ser reguladas por la ley. Así, la práctica del amor libre puede incluir relaciones monógamas a largo plazo o incluso celibato, pero no incluiría formas institucionales de poligamia como el rey, sus esposas y concubinas.

Las leyes de interés particular para los movimientos por el amor libre han sido entre otras las que impiden la convivencia de las parejas no casadas, y las que regulan el adulterio y el divorcio, así como la edad legal de consentimiento, control de natalidad, homosexualidad, aborto y prostitución; aunque no todas las personas que defienden el amor libre están de acuerdo en esos temas. La derogación de derechos individuales en el matrimonio también les incumben; por ejemplo, algunas jurisdicciones no reconocen la violación marital o la tratan menos seriamente que la violación no-marital. 

Los movimientos por el amor libre desde el siglo XIX han defendido el derechos a discutir públicamente sobre sexo y han luchado contra leyes contra la obscenidad. Una de las precursoras de éste movimiento fue Emma Goldman. Ella defendió apasionadamente los derechos de la mujer, escribiendo: "Demando la independencia de la mujer, su derecho a mantenerse a sí misma, de vivir para sí misma, de amar a quien quiera que le plazca o a tantos como le plazca. Demando libertad para ambos sexos, libertad de acción, libertad de amar y libertad en la maternidad." 

En el siglo XX alguna personas dentro del amor libre han extendido la crítica al matrimonio diciendo que el matrimonio como institución social promueve la posesividad emocional y la esclavitud psicológica.


La década de los 60 y años posteriores.

Generalmente el término “liberación sexual” se usa para describir el movimiento socio-político, observado desde los años 60 hasta los 70. Sin embargo, el término ha sido usado al menos desde finales de los años 20 y a menudo se considera que está influido por los escritos de Freud sobre liberación sexual y asuntos psicosexuales. 

Durante los años 60 se empezaron a dar cambios en la manera en que la sociedad veía la sexualidad, anunciando un período de descondicionamiento en algunos círculos de las antecedentes del mundo anterior, y de desarrollo de nuevos códigos de conducta sexual, muchos de los cuales se encuentran ahora integrados dentro de la mayoría de la sociedad. 

Los años 60 anunciaron una nueva cultura de amor libre con millones de jóvenes apropiándose de los valores hippies y predicando el poder del amor y la belleza del sexo como una parte natural de la vida cotidiana. Los hippies creían que el sexo era un fenómeno biológico natural que no debía ser denegado ni reprimido. Los cambios en las actitudes reflejaban la percepción de que los puntos de vista tradicionales respecto al sexo eran tanto hipócritas como machistas. 

La liberalización sexual anunció unos nuevos valores en la experimentación con el sexo de manera abierta dentro y fuera del matrimonio, los anticonceptivos, la desnudez en público, liberación gay, liberación del aborto, matrimonio interracial, vuelta al parto natural, derechos de las mujeres y feminismo. 

Los hippies célibes no criticaban a quienes elegían el camino del “amor libre” y la “liberalización sexual”. A finales de los 70 y 80 las nuevas libertades sexuales fueron explotadas por grandes empresas que buscaban sacar partido de una sociedad más abierta, con la llegada de la pornografía y el porno duro. 

El historiador David Allyn argumenta que la revolución sexual fue un momento de “salir del closet” sobre el sexo premarital, la masturbación, las fantasías eróticas, el uso de pornografía y la sexualidad.


Feminismo sexoafirmativo. 

El feminismo sexoafirmativo, también conocido como feminismo pro-sexo, feminismo de sexo radical o feminismo sexualmente liberal es un movimiento que empezó a principios de los años 80. Algunas mujeres se vieron involucradas en el feminismo sexoafirmativo en respuesta a los esfuerzos feministas anti-pornografía, como Catharine MacKinnon, Andrea Dworkin, Robin Morgan y Dorchen Leidholdt, para poner la pornografía en el centro de la explicación feminista del opresión de la mujer (McElroy, 1995). Este período de debate intenso y enconado entre feministas sexoafirmativas y feministas anti-pornografía durante los primeros años 80 se conoce como las guerras feministas por el sexo. Otras feministas sexoafirmativas se involucraron no en oposición a otras feministas sino como respuesta directa a lo que veían como control patriarcal de la sexualidad. Las autoras que han defendido el feminismo sexoafirmativo incluye a Ellen Willis, Susie Bright, Patrick Califia, Gayle Rubin, Carol Queen, Avedon Carol, Tristan Taormino, Diana Cage, Nina Hartley y Betty Dodson, que podría ser considerada la abuela del movimiento.


Traducción de Selenio Escrito.
El artículo original puede leerse en la entrada de Wikipedia en inglés.

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