sábado, 12 de octubre de 2013

Un llamado a las madres: amarse a una misma primero, los niños en segundo lugar.

"¿Cuál es el punto de comprar arroz, si no puedes cocinarlo apropiadamente?" - Jiro

Compré el arroz, el arroz de la maternidad, pero durante algunos pocos años no estuve cocinándolo apropiadamente. Estaba alimentando a mis hijos con grano crudo y vencido. Estaba haciendo morir de hambre a sus espíritus.

No comprendí que soy el sustento de sus corazones. Soy el arroz y soy responsable por cocinarme a mí misma apropiadamente.

Una cazuela perfecta de arroz es un producto de su preparación - consciente y completa atención al proceso, a los ingredientes, a la temperatura, al tiempo y a la consistencia. Con cada tanda, un buen cocinero sabe cuándo el arroz ha llegado a su consistencia correcta.

Para ser una buena madre, necesito saber quién soy (la cocinera) y cuál es mi propósito en esta vida (el arroz cocido).

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Poco después del nacimiento de mi segunda hija, decidí no pasar más hambre, ni lo pasarían mis hijos.

Cambié mi método de ser madre completamente, y reescribí mi definición de maternidad.

Solía pensar que la maternidad y el martirio eran sinónimos. Cuando una mujer daba a luz a un niño, se convertía a la Religión de la Madre - sacrificándose, muriendo su esencia con la placenta y el postparto.

Pensé que una madre se definía como una mujer que era esclava de su hogar, de sus hijos y de su marido. Ignorando sus necesidades y sueños para apoyar a la gente que más amaba.

Pensé que ser una madre significaba amar a alguien más de lo que me amaba a mí misma.

Me comí este mito -"la cazuela perfecta de la maternidad", y casi me mató.

Sobreviví porque aprendí que debo amarme a mí misma más que a cualquiera antes de poder amar a cualquier otra persona.

Este es el camino al amor sin condiciones, al amor verdadero. Sólo soy capaz de amar a otro tanto como me amo a mí misma.

A pesar de mi desnurición, sabía que mis hijos merecían amor verdadero. Dándome cuenta de esto, me convertí en una buena madre.

Mis dos definiciones favoritas de Madre son:

1. Madre: Dar lugar
2. Madre: Alguien que tiene verdadero conocimiento, un medidor.

Les dí lugar a través de mi cuerpo. Su bien estar está medido por el conocimiento que les imparto a través de su atestiguamiento directo de mis acciones y experiencias.

Si no estoy comprometida a cultivarme a mí misma y convertirlo en sabiduría, entonces ¿qué tendría para alimentarles?

¿Hay algo para ellos que deba ser medido, si no estoy creciendo en mi autoconciencia y comprensión?

Estoy fallándoles como madre, su medidora, si me enfoco solamente en ellos renunciando a todo, negando mis sueños e ignorando mi propósito.

Soy una madre. Soy una guía. Mi trabajo como madre es enseñar a mis hijos a través del ejemplo.

No lo sabía entonces, pero dí a luz a mis hijos para ayudar a reparar al mundo.

Dí nacimiento a la esperanza encarnada en dos personas, que tienen algo sagrado para ofrecer al mundo - ellos mismos. Siendo ellos mismos, ayudarán a sanar al mundo.

Esta parece ser una pesada carga. "Mi mamá me tuvo para ayudar a salvar al mundo".

A eso, respondo. "Es para eso que estamos aquí, algunos de nosotros simplemente no hemos aceptado nuestra misión, aún. Todos estamos aquí para salvar al mundo, amándonos a nosotros mismos completamente y abrazando nuestro destino."

Recientemente fui un retiro a Bali. Una tarde, visitamos un templo cerca del océano.

Nuestro líder nos guió hasta la orilla, donde agua santa de manantial de las montañas se vertía directamente al océano. Cada día los sacerdotes de la villa visitan esta piscina sagrada para juntar el agua santa para sus rituales diarios.

Mientras estábamos aquí, un sacerdote envuelto completamente de blanco desde la cabeza a los pies se aproximó a la entrada. Se arrodilló con una sonrisa en su cara y sumergió su taza de lata en el líquido fresco y salado. 

Nuestro guía me susurró al oído, "¿Sabías que estos hombres son llamados por los dioses (en sueños) para aceptar su destino de ser sacerdote? Cuando una persona es llamada por los dioses ellos deben aceptar. Si no lo hacen e ignoran la llamada, se enfermarán y morirán. Este hombre, arrodillado frente a nosotros, recibió la llamada de adolescente y la ignoró. En vez de ello, decidió convertirse en banquero para ayudar a su familia. Se enfermó muy gravemente, estaba en su lecho de muerte. Fue entonces que tomó la decisión de hacerse sacerdote. Aquí está ahora, ante nosotros, sano. Es un gran líder."

Esta también es mi historia. Me estaba forzando en un rol que me estaba enfermando, estaba negando mi llamada, ignorándola para ser todo para todos. Terminé siendo nada para nadie. Y luego, atendí. Supe que si no escuchaba mi corazón y compartía mis dones, moriría.

Solía sentirme culpable por no firmar para ser madre asistente en la clase de mi hija, o presentarme como candidata para la comisión de padres, me sentía avergonzada de que mis niñas no estuvieran en un par de actividades extracurriculares a la semana. Estaba decepcionada de mí misma, por las noches que tiré una bolsa de pasta congelada y brócoli en el microondas y lo llamé cena. 

Pensé que había algo malo conmigo porque estaba aburrida y no tenía interés en los grupos de mamás, discutiendo lo último en calzas para yoga o quejándome por las marcas de estiramiento en mis caderas.

Ya no me siento culpable porque no tengo tiempo.

Soy una madre. Tengo una enorme responsabilidad de vivir mi propósito y permanecer devota a mi misión en la vida.

Mi misión es aprender tanto como pueda, enseñar tanto como pueda, escribir tanto como pueda, viajar tanto como pueda y cuando busco a mis niñas de la escuela, les muestro amor, haciendo lo que amo.

A veces la cena es pasta quemada de freezer porque estoy inmersa en mis estudios y escribo un poco más tarde de lo que planeé mientras mis niños corren alrededor mío jugando al unicornio y a la princesa. Reímos, jugamos, nos abrazamos, compartimos en compañía del otro. Este es un regalo, el regalo de vivir plenamente, haciendo lo que amamos, individualmente y juntos.

Ser una buena madre es saber quién soy, no pedir disculpas por eso, hacerlo con cada latido de mi corazón y ser el estándar y modelo por el cual mis niños miden su propio camino a la conciencia.

Cuanto más me amo y hago honor de mis necesidades y deseos, tanto más mis niñas harán lo mismo.

Me alimento primero yo - espiritual, emocional, mental y físicamente - porque si no lo hago, no tendré nada que dar a mis hijas.

No soy una mártir - eso es para los que están muertos.

Espero vivir una vida larga, para poder guiar, amar y apoyar a mis hijos.

Hay días en que la voz del martirio ebullirá: "Estás fallando. Sos una idiota egocéntrica, dejando a tus niños para ir a estudiar, enseñar, viajar, escribir. Elegiste ser una madre, debes honrar ese trabajo. Esta es la responsabilidad que se te ha dado, no te eches atrás. Tu vida está en segundo plano. Tus hijas son todo lo que importa ahora. Las vas a destruir si te enfocas en vos misma. Sé una madre real, una buena madre."

Ya no me ahogo en esa voz, porque "el medidor, el único con verdadero conocimiento" me recuerda continuar enseñando a las niñas a revolver su arroz con consciencia plena y comerlo primero, así siempre podrán tener la fortaleza para amarse a ellas mismas completamente.

Un día, si eligen tener hijos, espero que les transfieran un pequeño consejo de su madre.

"Cuando me amo primero a mí mismo, siempre voy a cocinar apropiadamente el arroz, y allí podré alimentar al mundo entero."

- Rebecca Lammersen


Artículo original.

domingo, 6 de octubre de 2013

Abrirse al placer

"El placer es el objeto, deber y el objetivo de todas las criaturas racionales."
Voltaire


La forma en que experimentamos el placer es la manera en que le decimos sí a la vida.

Permitirse a uno mismo la gratificación de nuestros sentidos es la manera en que encarnamos las alegrías de la vida. Piense en los sabores deliciosos, las primeras fragancias de las tardes de verano, los cachetes suaves de un niño que duerme, la repetición de una canción querida. Nuestra capacidad humana de sentir el mundo pone la vida de relieve y disminuye la distracción que a veces desvirtúa la relación en tiempo y espacio. Abrirse al placer puede ser tan simple como enfocar nuestra atención en lo que estamos sintiendo en el momento presente.

Aplicar este principio simple del placer a nuestro yo erótico es un notable bálsamo curativo para mucha de nuestra ansiedad y disfunciones derivadas. Uno de los principios fundamentales de mi viaje amorológico, era la máxima de confiar tus impulsos eróticos a tu innata capacidad sensorial. Nuestro sentido del gusto es literalmente la primera entrada en nuestros cerebros que enciende nuestro mecanismo de excitación. El tacto nos cura asentando una mano en una pelvis y el sentimiento de un muslo aceitado deslizándose bajo la caricia de un amante que nunca falla en quitarte el aliento.

Mahatma Gandhi escribió: "Dar placer a un sólo corazón con un acto sencillo es mejor que mil cabezas inclinadas en oración".

Superar nuestra resistencia al placer físico e incluso íntimo es de hecho un profundo despertar espiritual. La experiencia de satisfacernos a nosotros mismos, y confiar que podemos ser contenidos, nos abre a aprender a recibir. Esta práctica de recibir el placer sensorial es una entrada al sentimiento de gratitud, tal vez el camino más sublime a dejar que las cosas sean como son.

No podés experimentar placer cuando estás constantemente distraído por los fastidiosos hábitos del descontento y luego creer que tus necesidades y deseos no pueden cumplirse en la vida. Breves momentos de alegría llevan al reconocimiento de los pequeños placeres alrededor nuestro. Nos esperan a ser testigos.

El mismo principio se mantiene verdadero en nuestro más íntimo mundo sensorial. Haciendo honor a nuestro yo erótico complaciendo nuestras curiosidades acerca del autoplacer es una práctica que merece emprenderse. No sólo la exploración ofrece las agradecidas recompensas de entender y poseer nuestra propia capacidad orgásmica, sino también ofrece la experiencia crítica de dejar ir que toda pasión emparejada demanda.

No es novedad que la masturbación, el acto sexual más común en el planeta, esté considerado como un cimiento para la mayoría de los terapeutas sexuales. Construir conocimiento y confianza en el autoplacer provee coraje a compartir estos detalles íntimos con nuestra pareja. Aceptar la total responsabilidad de nuestra propia naturaleza sexual es el regalo que se entrega a las relaciones sexuales saludables.

Ofrecernos a nosotros mismos a alguien que amamos es la extravagancia sensorial que llamamos sexo, es un placer tierno y gratificante disponible para nosotros en este mundo. El placer compartido es el pegamento que adhiere a las parejas, y encarna felicidad como ninguna otra cosa. Abrirse a la maravilla del placer orgásmico es un sistema de reinicio dentro de nuestros propios cuerpos que luego es guardado dentro de nuestra relación. Es increíble cuán bien nuestro mecanismo de placer responde a nuestra habilidad de rendirnos a eso.

Cuando abandonamos nuestra necesidad de controlar el resultado, y permitir momentos de vulnerabilidad, experimentamos cuán impredecible y curativo el toque humano puede llegar a ser. Recibir amor físico en la relación es una verdadera inversión, que no solamente cambia el ciclo de dar y recibir en la relación, sino permite que el placer circule dentro de ella y nos transforme.


Artículo original de Wendy Strgar.

Flotante