jueves, 17 de enero de 2013

La miseria de la fidelidad o la inconsistencia de la exclusividad sexual


Imaginate un escenario en el que entrás a escondidas a una casa, el dueño abre la puerta y entran a escondidas con las luces apagadas al fondo tratando de no ser vistos por nadie. Abrís la puerta del sótano y allí excelentemente cobijados, en unos cómodos sillones individuales frente a una mesita hay un delicioso café preparado. En este escenario traído de los pelos, tomar café con otra persona que no sea tu pareja está mal visto. Cierta parte de la sociedad ve con malos ojos tal promiscuidad en cuanto a que es un regalo de dios tomar café con otra persona es un pecado. 

Más aún, en este escenario no solamente tomar café con otra persona está mal, sino tomarlo con tu propia pareja también es pecado si se efectúa antes de encomendarse ante el dios de turno en sagrado matrimonio. 

Inmensa parte de la literatura y la música giraría en torno a la temática del buen café, de aquella persona que mejor lo sabía preparar, de cuán bien adornaba la velada con velas y decoración apropiada. 

Escándalos mediáticos políticos y del medio artístico se generarían al encontrarse que sus figuras estaban envueltas en encuentros de café extra-matrimoniales. Todo por una cuestión tan alocada como absurda.

La exclusividad sexual es una arbitrariedad sobrevalorada, cuando no banal, casi tanto como el tomar café o cualquier otra actividad humana.

Ha llegado a tanto el absurdo que quien descubra a su pareja engañándolo desatará toda su histeria, en muchos casos más temiendo ser objeto de burla de su círculo de contactos, o criticando el haber incumplido el acuerdo de fidelidad, sin jamás objetarse la razón por la cual consideraba deseable tal acuerdo más allá de suponer que una relación seria así debería ser.

Barriendo con toda la basura del tabú que cubre al concepto de la exclusividad sexual, como norma que define al amor que se precie de serio, e intentando encontrar la razón última de tal imposición, se vislumbra la idea penosa del ser amado en un encuentro de este tipo con otra persona. Es decir, la siquis tortura al elucubrador imaginando al ser amado disfrutando del sexo con una persona que no es él mismo. O peor aún, descubrir o (dios lo permita) asumir que el propio desempeño sexual deja mucho que desear. Podría entenderse que alguien pudiera temer el resultado de tal proceder: que el ser amado termine enamorándose del compañero sexual. Pero lo cierto es que tal reacción no pasa de ser un vestigio visceral de posesión del ser amado. Un sentimiento de ego desplazado, disminuido o despreciado. Bazofia pura. 

Reducir toda la complejidad del individuo meramente a la cuestión sexual constituye un ejercicio de "objetización" simplista. 

Suponer que uno mismo es tan especial en cualquier ámbito que merece ser tenido en cuenta en forma exclusiva supone un acto de soberbia y petulancia. Existe un universo de personas de distintos matices en personalidades, cada uno de los cuales tienen algo que merece ser valorado, que tienen algo que puede ser apreciado si nos lo permitiésemos.

Las mentes convencionales se sientan a pontificar desde la comodidad de la propia posición como valor ad hoc vacuo y prejuicioso no pasa de ser eso, una manera playa de evaluar las relaciones humanas. La negación de las pasiones de los corazones volátiles del hombre deriva en represión, mentira e hipocresía. Tanto mayor es el crimen al ser emocional en cuanto sucumbir ante tales pasiones no supone más daño que el golpe al ego de la pareja enterada.

El pensamiento vigente, resultante del cultural amor romántico imperante nos llena de ilusiones del amor. Si comprendemos que la realidad es material, esta concepción materialista subraya que el amor no es más que un complejo entramado de interacciones químicas. Luego, muchas "verdades" de cuentos de hada quedan hechas trizas: el amor "verdadero" bien puede ser hacia más de una persona, la fidelidad no define el afecto, el sexo no define el desprecio, y tampoco es en sí una habilidad valorable el poder reprimirse para demostrar sentimiento, el amor no es eterno, la pasión muere, mantener el compromiso a pesar de todo no es deseable en el contexto de una vida finita y tantas posibilidades de amar. Demasiados dogmas que restringen la búsqueda de uno mismo y el disfrute de la vida.

Así es que nos cerramos ante tantas posibilidades tomando como verdaderos los dictados de la cultura, sin detenernos a pensar si son consistentes, y asumiéndolos así sin haber explorado otras posibilidades, casi infinitas, de relacionamiento significativo y enriquecedor, y por sobre todo, de descubrimiento de uno mismo con toda la aventura que eso implica, de cosas así se trata vivir...

Flotante