viernes, 21 de noviembre de 2014

Bouquet de falos: Citas digitales y fotos de penes.

¿Eres virgen o puta?

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que un hombre me trajo flores. Mas si fueses la desafortunada (o afortunada, según se lo vea) persona que mire las fotos en mi teléfono, verás que tengo un bouquet de penes. De todos los colores, formas y tamaños. Vistos desde cada ángulo posible. Duros y blandos. Vestidos en boxers Tommy Hilfiger, Speedos Dolce & Gabanna, penes escondidos en vello púbico estilo jungla amazónica y desnudos completamente, encerados hasta la perfección como carros fulgurantes expectantes de ser montados. En éste (¿desafiante?) nuevo mundo de las citas digitales los hombres se saltan el cortejo. Las chicas deseadas son obsequiadas con fotos de penes, una y otra vez. De hecho, no he hablado o salido con algún hombre al cual no haya primero visto desnudo en mi teléfono, y esas fotos suelen llegar bastante temprano en la conversación.

- “¿Te gustan los fuegos artificiales, los cohetes?” Un hombre me texteaba hace poco mientras hablaba con mi compañera de habitación.

- “Cuenta regresiva para la foto del pene”, dije a mi compañera, después de entender lo que el mensaje implicaba.

- “Son geniales, creo” , contesté.

- “¿Grandes o pequeños?”, texteó.

- “Uhmm, ¿lucecitas de bengala?”, dije.

- “Jajaja, ¿qué?

- “Ah, espera, ¡los grandes!

- “Bueno, una imagen vale más que mil palabras”, escribió. Y así, su pene apareció en mi mano.

He hablado con muchos hombres y mujeres acerca de éste fenómeno, que me intriga. Mientras que las mujeres tratan desesperadamente de librarse de la objetificación, los hombres se objetifican de buena gana con poco discernimiento, desesperados por ser halagados por sus atributos físicos, sin que les importe mucho ser vistos como seres humanos o vehículos para el sexo. De hecho, ser una bestia sexual es probablemente el logro más laudable.

Sin embargo, la mayor parte de las mujeres con las que hablo expresan su disgusto con el fotopene. Hasta mis amigas más sexualmente abiertas sienten pena ajena de que se les aparezca uno en sus teléfonos (o peor aún, ¡un video!). Una amiga me preguntaba cómo podía yo interactuar con esos hombres, cómo el sexting no me hacía sentir fácil o insegura, cómo ni pestañeaba ante el pene de cualquier hombre que conociese.

La verdad sea dicha : Me gustan los fotopenes. ¿Eso me hace una cualquiera?

Cada vez que le digo a una amiga acerca de un hombre con el que hablo y menciono el fotopene, su reacción es siempre la misma. *Asqueroso*. Inclusive si es un pene sexy. *Ugh, digo, tiene un pene bonito, pero ugh*. Ellas dicen que los penes son feos y raros, y que no se sienten excitadas por un hombre que se los ostente en sus caras.

A las chicas se la cría desde la adolescencia para que sientan repulsión de los penes. Los clítoris y los penes son las únicas partes corporales censuradas hoy en día por las películas y la televisión predominantes. Por ésta razón, ambas partes son tomadas por vergonzosas. Interiorizamos la idea de que no se supone que deban ser vistas porque son feas y capaces de cosas malas y sucias. Así como las mujeres lamentan al pene por su extrañeza, también reprenden a sus propias vaginas, se niegan a verlas en el espejo, menos tomarles una foto y mandársela a algún amante. Es más, se nos enseña a arreglarlas al extremo: afeitadas, ceras, limpiezas, duchas, aerosoles perfumados, tampones perfumados, etc. Todo eso nos dice que los genitales son simplemente malos.

Entonces nos criamos con la idea de que “los hombres son criaturas visuales y las mujeres criaturas emocionales”. Las mujeres blanden ésta frase todo el tiempo para explicar las infidelidades, el porno, el sexting y el cibersexo. Aunque las reacciones de las mujeres a mi alrededor hacen que eso parezca ser cierto, no puedo encontrar alguna verdad personal ahí. Pienso que nos crían para ignorar nuestros instintos visuales y que a los hombres se les anima a ignorar sus instintos emocionales.

Las mujeres no han sido siempre consideradas el género más pudoroso. De hecho, el libro de Naomi Wolf, Promiscuidades, toca éste pedacito de historia extrañamente olvidado:


No sabíamos que esa creencia prevaleciente, esa que dice que el género masculino es el que está impulsado por el deseo, es una invención bastante reciente. En la mayor parte de la historia registrada, el estatus de la mujer como el sexo más carnal estaba bastante sobreentendido, tanto que la carnalidad presunta de la mujer era usada para justificar la persecución. La biblia del cazador de brujas establecía que 'Toda brujería proviene del deseo carnal, el cual en la mujer es insaciable'. Solamente en el siglo diecinueve hubo en Europa y Norteamérica lo que puede ser llamado el Gran Olvido de lo cual fuese lugar común en otros tiempos y culturas. Nuestra propia creencia predominante, que los muchachos y los hombres están más impulsados por el deseo de lo que son sus mayormente pasivas sexualmente contrapartes femeninas, podría haber puesto ojos en blanco de mucha gente de culturas tradicionales taoístas, islámicas, hindúes, americanas nativas y occidentales de no hace mucho tiempo.” (Wolf cap. xxii)


Y todavía, incluso mientras estoy sentada escribiendo éste artículo, pienso ¿La gente me juzgará por ésto? ¿La gente supondrá que soy solo una mujerzuela inmoral teniendo sexo desenfrenado sin pensar en las consecuencias ni considerar las emociones implicadas? ¿Puede que encontrar éste artículo en Google me inhiba de conseguir un puesto a tiempo completo de profesora? ¿Leerá ésto una potencial pareja y pensará que le doy asco? Aunque valoro la honestidad, el castigo dirigido a una mujer sexual nos inhibe a todas. Nos impide hacer cosas que van desde denunciar una violación, reportar a un supervisor por acoso sexual, postularse a cargos políticos o disputar la custodia de los hijos.

Wolf afirma: “Con la línea trazada entre una chica buena y una mala siempre fluctuando, manteniéndonos inestables, no será seguro para nosotras vivir cómodamente en nuestros pellejos hasta que digamos: no pueden más diferenciarnos, somos todas malas”.

Debemos admitirlo y escribirlo tantas veces hasta que el tabú deje de tener influencia sobre nosotras. Por eso lo digo: me gustan los fotopenes, y las fotos de abdominales, y el sexting, y los videos. De hecho, acabo de recibir un video de un chico, y le hice algunas preguntas para mi artículo. Disfruté tanto de sus respuestas como del video.

Sin embargo, tengo algunas reglas, sin las cuales las citas online, como Tinder, no serían placenteras para mí.

1) El hombre con el que empiece a entablar virtualmente debe primero tratarme como a un ser humano. No me puede considerar como si yo fuese su muñeca mamadora de carne y hueso. Si un hombre empezara la conversación con algo como “¿Tetas y mamadas?” (como suelen hacer muchísimos de ellos) lo bloquearía. O le reclamaría y lo bloquearía. Si empezase la conversación con mi trabajo o de dónde soy o qué hobbies me gustan y pudiese él llevar esa conversación por un período razonable de tiempo, entonces obtendrá mi número de teléfono porque parece haberse dado cuenta que las mujeres somos seres humanos.

2) Él debe entender que el sexo implica un dar y recibir en partes iguales, y mostrar un poco de respeto por la sexualidad femenina. Lo que quiero decir con eso es que quiero que me muestre que no es egoísta, que se da cuenta que soy tan sexual y competente para dar y recibir placer como él. Las preguntas más frecuentes que me hacen en el mundo virtual son 1) ¿Te puedo filmar? 2) ¿Practicas sexo anal? 3) ¿Puedo venirme en tu cara?

Ok, no hay nada implícitamente malo con ninguna de esas cosas, y puedo hasta estar deseosa de hacerlas si/cuando me sintiese cómoda con un chico. Pero si eso es TODO lo que van a decir sobre el sexo, entonces me hacen sentir como si no se diesen cuenta que el clítoris de una mujer no está en el fondo de su garganta. Tal vez muchas mujeres estén de acuerdo con éste tipo de charla sexual porque vivimos en un ambiente postmoderno que es más egoísta que nunca, el amor y las relaciones son menos frecuentes. De ésta manera que las mujeres se desesperan y el porno es el único modelo, de hombres y mujeres, para complacer al hombre, el cual muy raramente se concentra en el placer femenino. Pero por tanto que dejemos que esa sea nuestra guía por la galaxia del sexo no tendremos iguales derechos en cuanto a satisfacernos. Por eso quiero a un hombre con el que romper la obsesión porno y con el que hablar un poquito sobre qué es lo que va a hacerme tanto como lo que yo puedo hacerle.

3) Un hombre obtiene más puntos por su personalidad y sentido del humor. Mientras más de eso muestre, más fotos de mí, desnuda, tendrá. Todo el asunto de las citas digitales es absurdo, estamos lujuriosos ante las pantallas de nuestros teléfonos, por el amor de Dios, tomémoslo con alegría.

4) Mi amante potencial necesita tener rasgos admirables aparte de los físicos, incluso si son sólo para el sexo. Así soy yo. Me enciendo más con eso, necesito conocerlos más y admirarlos más que por el tamaño de sus penes.

5) Deben ser respetuosos conmigo y discretos, y yo lo seré también.

Sin embargo, no me gusta ponerles reglas a las mujeres o decirles qué es lo que está bien o mal con sus cuerpos, porque realmente creo que la mujer tener libertad de hacer lo que le plazca. Esto es lo que funciona para mí al navegar el mundo online. Así es como hallo placer, e incluso liberación, de los fotopenes y de encuentros casuales en línea. Puedo ver a esos hombres como personas, puedo sentirme relativamente cómoda del hecho de que me vean como persona, y también puedo meterme en un reino de fantasías rico e ilimitado que descubre los secretos sexuales, los fetiches y deseos de un extraño.

¿Pero es superficial coquetear con fotos? ¿No debe lo interior importar más? Bueno, sí, por supuesto. Pero el atractivo es, indudablemente, una forma con la que negociamos poder en una relación; me parece de alguna manera fútil tratar de negarlo.

Entonces, sí, me gustan los fotopenes y no soy una puta. ¿Pero qué es lo que piensan de mí los hombres con los que me relaciono?

Hace algunas noches, encontré a un ex-marine en Tinder. Estaba muy bien y pasó todos mis tests. Por lo tanto, sólo me tomó un par de días de charla con él y pocas fotos de desnudos para acceder a encontrarme con él. Y sólo me tomó una mirada en persona y una pizca de su bello acento de Boston para saber que iba a acostarme con él inmediatamente.

Cuando me llevó a mi casa preguntó cuándo fue la última vez que tuve sexo.

- “Hace dos semanas”, dije sinceramente.

- “¿Qué?”, parecía incrédulo, molesto.

- “Oh, ¿Qué fue lo que preguntaste? Estoy borracha”, eché atrás rápidamente. “Oh, han sido meses”, eso le pareció más satisfactorio.

- “¿Con quién?

- “No sé, un tipo con el que salí una vez”, parecía importante que fuese en alguna relación con compromiso.

Entonces, el asunto estaba cercano a concretarse, y estaba bien consciente de que mi pareja estaba bien dotada (los fotopenes me prepararon) “Necesitas un Magnum (condón extra grande)?” pregunté.

- “No, tengo algunos”, dijo. “Espera, ¿Tú tienes Magnums también? ¿Por qué? ¿Te estabas acostando con alguien que no calzaba en condones normales?

- “Estoy lista para cualquier tipo de hombre”, dije.

- “No me gusta eso”, dijo.

- “La verdad es que sabía que debía comprar Magnums por tus fotopenes, mi amor”, dije haciendo raudo control de riesgos por mi honestidad.

Me dejó perpleja. Nos estábamos comportando igual. Había conocido a éste hombre en persona por un total de dos cocteles y tres días de texteo. Parecía que él requería alguna clase de aspecto virginal en mí que no se esperaba para él. Por lo que sabía, pudiese ser que él estuviese en citas por Tinder a diario, pero eso no importa, se trataba de una decisión entre dos adultos, simplemente.

Tuvimos sexo, y fue lo que esperaba, gracias al calentamiento y a la comunicación de las citas digitales, en la cual puedes describir tus fantasías de antemano.

Luego él empezó a hablar de la guerra, de la gente que mató, los niños muertos y los civiles, de la despedida de sus padres cuando él era solo un niño. Empezó a restregarse los ojos y me di cuenta que lloraba. No dije nada, puse mi mano en su espalda, lo acaricié y lo miré a los ojos. Pensé "nunca veré a éste hombre de nuevo, él necesitaba decirle ésto a alguien” (es decir, los hombres no son solo criaturas visuales, también tienen emociones.)

He admirado toda mi vida a mujeres como Madonna y Marilyn Monroe, mujeres con un círculo de hombres revoloteándo a su alrededor por su carisma y poder. Como Sylvia Plath dijo en La campana de cristal, yo añoraba una lista de amantes con nombres exóticos “como Constantino”, tal como Plath escribió. Pero también añoraba conocerlos un poquito, escuchar historias de otras gentes. No fue mi puta interna la que quiso tener sexo con ese marine, fue la humana en mí. Así como fue la humana en mí la que quiso también escucharlo, aún sabiendo que nunca volveríamos a hablar.

Puedo tener sexo casual, también soy capaz de tener empatía, fidelidad, amor y lealtad. Contengo multitudes.

Mientras escribo esto, otro hombre me envía un video de él masturbándose, y le pregunto ¿Piensas que soy una puta porque me muestro sexualmente abierta contigo? Puedes ser honesto. Lo que respondas no importará o cambiará algo entre nosotros. ¿Pueden los hombres enamorarse de mujeres que tienen sexo a la primera salida y que mandan fotos de sí mismas desnudas?

Él escribió: “Los hombres que han madurado pueden, pero no les pedimos a los hombres que sean tan maduros, y las mujeres pueden realmente importarles mucho el cómo sean etiquetadas. Si no vas a herir a nadie entonces ser sexualmente abierto y sin ataduras es ser honesto y libre. No está nada mal para una mujer ser así.

Existen esos hombres que no prejuzgan. Después de todo, tenemos esperanza.

Puede que los hombres no estén entrenados, socialmente, para amar. Bell Hooks, en su libro All about love, discute sobre las dificultades de la igualdad de género en un ambiente que impulsa con ahínco a los hombres a no ser amorosos paralelamente a una sociedad que se vuelve cada vez más narcisista y egoísta. Este mundo de selfies, redes sociales, porno, divorcios, encuentros ocasionales y citas digitales, puede ser muy desalentador para encontrar conexiones humanas genuinas. Si estás buscando el amor en Tinder, es más probable que halles el santo grial antes. ¿Cambiará alguna ves ésta brecha entre géneros? De acuerdo a Hooks, no sin que antes hayan cambios mayores en las actitudes hacia hombres, mujeres, el amor y el sexo, en general. La respuesta que obtuve del hombre que me texteó ésta noche me muestra que pueden haber progresos en el horizonte, pero tenemos que seguir hablando de ello.

Y aunque me considero a mí misma como sexualmente liberada, ciertamente soy susceptible ante mis propias dudas y miedos. La otra noche salí con un hombre al cual había estado hablando online. Me hablaba con el más profundo respeto y parecía realmente interesado en mi vida. Nos encontramos para beber algo y era tan amable y adorable en persona. Nos frikeamos sobre nuestra mutua admiración a Stephen Hawking.

Y me sentí como una mujer con una resplandeciente letra A escarlata en mi pecho.

Pensé: Éste hombre es muy bueno para mí, muy inteligente para mí. Necesita una virgen, no una puta. Él necesita una chica BUENA.

Al día siguiente, mi amiga (Hey, Moe Daniels, ¡te amo!) me preguntó por mi cita. “Oh, realmente me gustó”, dije, “Es material serio para citas, pero probablemente es muy decente para mí. Siento que tengo demasiado kilometraje para un tipo como él.

No, no” - dijo mi amiga - “¡Está bien que sea decente! ¡Mereces decente! Recuerda a Jessica Rabbit en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Jessica no quiso coger con el tipo rico o el tipo atractivo que le tiraba dinero en el club. Ella quería al pequeño Roger porque la hacía reír. Y ella no era mala, sólo que la dibujaron de esa manera.” 

Mi amiga encontró una forma de encontrar sabiduría en analogías al azar, pero es importante que todas nos recordemos que no somos mujeres malas, solamente estamos dibujadas así.




Traducción de Selenio.

Flotante