domingo, 6 de octubre de 2013

Abrirse al placer

"El placer es el objeto, deber y el objetivo de todas las criaturas racionales."
Voltaire


La forma en que experimentamos el placer es la manera en que le decimos sí a la vida.

Permitirse a uno mismo la gratificación de nuestros sentidos es la manera en que encarnamos las alegrías de la vida. Piense en los sabores deliciosos, las primeras fragancias de las tardes de verano, los cachetes suaves de un niño que duerme, la repetición de una canción querida. Nuestra capacidad humana de sentir el mundo pone la vida de relieve y disminuye la distracción que a veces desvirtúa la relación en tiempo y espacio. Abrirse al placer puede ser tan simple como enfocar nuestra atención en lo que estamos sintiendo en el momento presente.

Aplicar este principio simple del placer a nuestro yo erótico es un notable bálsamo curativo para mucha de nuestra ansiedad y disfunciones derivadas. Uno de los principios fundamentales de mi viaje amorológico, era la máxima de confiar tus impulsos eróticos a tu innata capacidad sensorial. Nuestro sentido del gusto es literalmente la primera entrada en nuestros cerebros que enciende nuestro mecanismo de excitación. El tacto nos cura asentando una mano en una pelvis y el sentimiento de un muslo aceitado deslizándose bajo la caricia de un amante que nunca falla en quitarte el aliento.

Mahatma Gandhi escribió: "Dar placer a un sólo corazón con un acto sencillo es mejor que mil cabezas inclinadas en oración".

Superar nuestra resistencia al placer físico e incluso íntimo es de hecho un profundo despertar espiritual. La experiencia de satisfacernos a nosotros mismos, y confiar que podemos ser contenidos, nos abre a aprender a recibir. Esta práctica de recibir el placer sensorial es una entrada al sentimiento de gratitud, tal vez el camino más sublime a dejar que las cosas sean como son.

No podés experimentar placer cuando estás constantemente distraído por los fastidiosos hábitos del descontento y luego creer que tus necesidades y deseos no pueden cumplirse en la vida. Breves momentos de alegría llevan al reconocimiento de los pequeños placeres alrededor nuestro. Nos esperan a ser testigos.

El mismo principio se mantiene verdadero en nuestro más íntimo mundo sensorial. Haciendo honor a nuestro yo erótico complaciendo nuestras curiosidades acerca del autoplacer es una práctica que merece emprenderse. No sólo la exploración ofrece las agradecidas recompensas de entender y poseer nuestra propia capacidad orgásmica, sino también ofrece la experiencia crítica de dejar ir que toda pasión emparejada demanda.

No es novedad que la masturbación, el acto sexual más común en el planeta, esté considerado como un cimiento para la mayoría de los terapeutas sexuales. Construir conocimiento y confianza en el autoplacer provee coraje a compartir estos detalles íntimos con nuestra pareja. Aceptar la total responsabilidad de nuestra propia naturaleza sexual es el regalo que se entrega a las relaciones sexuales saludables.

Ofrecernos a nosotros mismos a alguien que amamos es la extravagancia sensorial que llamamos sexo, es un placer tierno y gratificante disponible para nosotros en este mundo. El placer compartido es el pegamento que adhiere a las parejas, y encarna felicidad como ninguna otra cosa. Abrirse a la maravilla del placer orgásmico es un sistema de reinicio dentro de nuestros propios cuerpos que luego es guardado dentro de nuestra relación. Es increíble cuán bien nuestro mecanismo de placer responde a nuestra habilidad de rendirnos a eso.

Cuando abandonamos nuestra necesidad de controlar el resultado, y permitir momentos de vulnerabilidad, experimentamos cuán impredecible y curativo el toque humano puede llegar a ser. Recibir amor físico en la relación es una verdadera inversión, que no solamente cambia el ciclo de dar y recibir en la relación, sino permite que el placer circule dentro de ella y nos transforme.


Artículo original de Wendy Strgar.

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