miércoles, 13 de marzo de 2013

De "Hola" a "Te amo" en 34 minutos

No puede ser tan fácil... ¿no, verdad?

Déjenme empezar diciendo que cuando se refiere a este tipo de cosas, tiendo a ser bastante escéptica.

Es decir, es difícil no estar en estos días, especialmente al acercarse el Día de los Enamorados, no podés ir a ningún lugar sin escuchar una de las perogrulladas cursis de Hallmark. Desde el día después de Navidad, hay tarjetas, rosas y corazones dulces en abundancia.

Pero el tema es que el amor vende. Se nos fastidia diariamente con la promesa del amor, que lo vamos a encontrar en un nuevo vestido, en una barra de chocolate, en un teléfono celular o en una licuadora. Incluso mientras escribo, puedo ver uno de esos ejemplos mirándome fijamente desde el otro lado de la mesa de mi cocina. Presentando dos modelos atractivos y amorosos, este cupón declara: "Más puntos. Más zapatos. Más felicidad". No podría ser más claro.

¿Así que se supone que debo creer que un par de zapatos es lo único que se interpone entre mí y una vida de dicha con mi única alma gemela verdadera?

No. Es absurdo. Por mucho que traten de convencernos de lo contrario, el amor no puede comprarse. No puede ser embotellado, modificado o hacerlo existir a voluntad... sólo sucede.

Sucede automáticamente, sucede cuando menos te lo esperas y a veces sucede en el peor momento posible. Es una de esas cosas raras que todavía no pueden ser tocadas.

Es completamente puro.

Así que, para alguien con medio cerebro, la idea de que puedas crear amor en lo que duran 34 minutos es indignante. Y usualmente, contaría a mí misma entre ellos. Suena a una de esas pretenciosas afirmaciones en la tapa de una revista de belleza, o al lema de un negocio de casamenteros. Pura hipérbole. 

¿Pero qué si fuera cierto?

¿Sería realmente posible hacer amor?

La ciencia dice que sí y yo estaría de acuerdo. Lo he visto con mis propios ojos... pero eso lo dejo para después.

De acuerdo a Arthur Aron, un sicólogo de Nueva York, existe una fórmula para el amor. Aron, que efectuó investigaciones extensivas con relación al amor, intimidad, vínculos y relaciones, afirma que enamorarse es más fácil de lo que creemos. Tan fácil, de hecho, que podés hacerlo en un laboratorio, en menos de una hora.

Dice que para enamorarte, sólo debes seguir tres pasos simples:

1- Encontrar a un completo extraño.
2- Revelarse uno al otro detalles íntimos acerca de sus vidas por media hora.
3- Mirarse fija y profundamente a los ojos sin hablar durante cuatro minutos.

Aunque no exista garantía absoluta, todos los participantes del estudio reportaron niveles significativamente incrementados de intimidad, atracción y vínculos.

Dos de elos incluso se casaron; si eso no es un testimonio a favor del sistema, no sé qué es.

El experimento claramente funcionó para los dos tórtolos, pero trae a colación algunas preguntas interesantes acerca de la naturaleza del amor.

El relacionamiento que cada par creó en esa primera hora fue claramente profundo y una conexión significativa. ¿Pero es eso amor?

¿Es el amor real algo que puede formarse instantáneamente, o le lleva tiempo crecer?

Claramente, el amor que tenés por alguien en el día uno es diferente al amor que tenés por él un mes, un año o una década después. ¿Pero son aún lo mismo?

Esas son algunas de las grandes preguntas que todos debemos responder por nosotros mismos. Pero déjenme darles mi versión, como alguien que una vez participó en un experimento de amor similar... básicamente por accidente.

Dos veranos atrás, en un pedazo de encrucijadas en mi vida y buscando un poco de dirección, me inscribí en un taller en el Omega Institute en Rhinebeck, Nueva York. Fue muy radical para mí, solo aventurarme en un capricho como ese. Sin haber hecho nada parecido antes en mi vida, me comprometí a una semana próxima de seminarios y unión hardcore con gente a la que todavía tendría que conocer.

Y por encima de todo eso, estaba durmiendo sola en una carpa durante varios días de implacable lluvia.

Aún así, puedo realmente decir que fue el mejor regalo que jamás me hice a mí misma.

El taller se llamaba El Cuarto de Vida Llamando* y estaba dirigida a personas de veinte y algo como yo intentando encontrar pasión y propósito en sus vidas. Cambió completamente mi vida, y lo recomiendo de todo corazón y sin reservas a absolutamente todo el que escuche. Pero más allá de encontrarnos a nosotros mismos y entrar en contacto con nuestros sentimientos, el taller era realmente una lección en el amor.

Cómo amarnos a nosotros mismos y cómo amarnos unos a otros.

En nuestro primer día de clase, habiendo sido desconocido para mí en ese momento, básicamente recreamos nuestra propia pequeña versión del experimento de Aron. Luego de presentarnos, una de las primeras cosas que hicimos fue agruparnos en parejas y dedicarnos unos pocos minutos a mirarnos fijamente a los ojos unos a otros. Al principio, recuerdo pensar que era una actividad particularmente íntima para tener que participar en ella dos extraños, y me puso inquieta.

La sociedad nos enseña que tal nivel de cercanía con gente que no conocemos es inapropiada y no podía quitarme esas voces de mi cabeza.

Pero si pensé que eso era revelador, no era nada comparado con lo que siguió. Aquellos pocos días constituyeron una de las experiencias más íntimas, honestas, intensas, vulnerables y catárticas que jamás haya compartido con nadie.

No solamente compartimos detalles íntimos de nuestras vidas, compartimos nuestras vidas completas - las partes importantes, al menos. Las partes profundas, las secretas, las espantosas - las partes que se "suponen" no deben compartirse con extraños.

Pero eso era lo bello: en casi nada de tiempo, ya no éramos extraños.

Casi nada sabía acerca de esas otras 10 personas, pero en el transcurso de horas, las conocía mejor que nadie. No conocíamos los apellidos del otro, pero habíamos desnudado nuestras almas al otro y lloramos en los brazos del otro. No podría haberte dicho en dónde vivían, pero había presenciado sus emociones más privadas. Como hicimos notar en más de una ocasión, era como que nos conocimos de atrás hacia adelante: las cosas difíciles primero.

Fue extraño, pero maravilloso.

No podría señalar el momento exacto en que me enamoré de cada una de esas personas, pero no tomó mucho. No puedo jurar que hayan sido 34 minutos, pero casi fue así.

Creo que lo que estoy tratando de decir es que sí podemos enamorarnos tan rápida y profundamente como sugieren los estudios. Es un amor que puede y va a evolucionar con tiempo y cuidado... pero sí que es es amor todavía.

El amor no tiene límites: no en el tiempo, no en cantidad, no en fuerza. Y si lo sentimos, ¡deberíamos decirlo! (No seas tímido/a).

El día de los enamorados puede tener una mala reputación por ser una festividad fabricada por las industrias tarjeta-y-chocolate para aprovecharse de los corazones débiles de los solteros sueltos por ahí, pero es un buen momento para hacer una conexión significativa.


* En inglés: Quarter Life Calling

Texto traducido del original en inglés, y cuya autoría pertenece a Caroline Scherer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los comentarios son bienvenidos, aunque están sujetos a remoción en caso de que así lo considere necesario.

Flotante